Afortunados...
Afortunado, sí, no de la misma forma que Tú, claro, porque Tú eres Hijo de Dios, aunque por eso mismo nos vemos en éstas cada Viernes Santo; no como Tú, porque Tú fuiste dado a luz por tu Madre, María Santísima del Mayor Dolor, y fuiste amamantado por Ella, y Ella sonreía viéndote crecer, aunque ahora sólo la veamos llorar, y nos la dejaras en la tierra como Madre del Cielo, para hacernos afortunados, también, por ello. Tú eres afortunado, Señor, por mirar al cielo de esta tierra, por ser el Primer Escolapio de esta tierra, y porque esta tierra siente, al verte, lo que el gran poeta sevillano escribió para el Cachorro, pero que yo te lo aplico a Ti porque Tú eres el Cachorro, Hijo del León de Judá, y en Ti también se da la misma verdad, Señor...al verte, tu tierra comprende que sí, que "así mueren los hombres".
Mi fortuna está en Ti. Sin más, ni menos. Aunque tenga que pedirte perdón cada vez que te miro por no haberte rezado más, por no rezarte más, aunque precisamente en eso se fundamente mi fortuna, porque cuanto más lejos de Ti estaba, más cerca me querías Tú. Tan cerca, que la otra noche toqué tus pies cuando entrabas en tu casa. Tan cerca, que te llevo por Granada, siento tu peso y me alivias el alma, porque mi fortuna, es llevarte vivo por Granada, con mi gente, mientras expiras por nosotros.
Pero no sólo por eso, Señor. Tú eres afortunado porque, además de tu Santidad, además de todo lo que representas para todos, que eres el "todo" de los que llegamos sin nada a llevarte, tienes una cuadrilla que te quiere, tanto Señor, que no se permiten desfallecer ni un sólo momento. Por eso vuelves como vuelves, y nosotros volvemos como volvemos, porque te queremos como Tú mereces que te quieran. Eres afortunado porque el puente se llena para esperarte, y nosotros, porque podemos esperarte en el puente. Tú hinchas el pecho antes de exhalar el último hálito por los que, como nosotros, hinchan el pecho para soportar las cruces de la vida, o aguantar un costero en la eterna revirá de la existencia. Tú nos haces afortunados doblemente, por tenerte y por llevarte, cuando la Semana Santa expira pero sigue viva, como Tú, cuando recorres tu tierra.
Mirándote entre la penumbra de tus moribundos guardabrisas, comprendo que la fortuna me llegó el mismo día en que creía haberla perdido, y lo hizo en forma de una cuadrilla de costaleros, en forma de amigos que hoy acogen a mi familia como me acogieron a mí, en forma de abrazos que se dan, espontáneos, después de haber esperado años para hacerlo. En forma de capataces que llevan su cruz, y la soportan, pero la comparten con nosotros cuando cogen tu martillo. En forma de llevarte junto a mi sobrino uniendo los lazos que se habían aflojado, y en forma de amistades que se vuelven a hacer fuertes, a pesar de los pesares de la vida.
Yo soy de aquí, del blanco y negro, de la capa de tu hábito, de este colegio aunque no entrara en sus aulas, de esta torre que recibe al sol, de este paseo de los Basilios y de este puente, que han ido forjando mi costalería, y me siento de Ti, ahora lo sé, porque se han encargado de que lo sepa los que siempre lo han sido y quieren compartirlo conmigo. Y soy afortunado, por haber participado de este Viernes Santo en que se puso la ciudad boca a bajo a los sones de la Victoria. Por esa Catedral al milímetro, ese recorrido al milímetro, y esta vida al milímetro. Por la risas en los relevos, por escuchar mi nombre, como uno más, entre otros que llevan más años, por los abrazos de verdad, las lágrimas de verdad, las chicotás de verdad, porque Tú eres la verdad de los que te llevamos el Viernes, y de todos los demás, siempre. ¡Qué orgullo verte de recogía, sin que los pies avanzaran casi, recordando a los que decían que no podríamos, que no sabíamos, pero que no contaban con una cosa, que nosotros te queremos, doblemente también, porque te quiere tu cuadrilla alta y tu cuadrilla baja...a lo mejor de eso se trataba, de quererte, porque como escuché de algunos veteranos el otro día, hacía mucho que no se te quería así, y por eso anduviste en volandas por tu tierra.
Gracias, Señor, por todo, pero sobre todo por un Viernes Santo así, que necesitábamos, Tú para sentirte afortunado de ser de esta tierra, y nosotros, para corroborar que como tus costaleros y sólo por llevarte, somos una familia compuesta sólo y exclusivamente, de hombres afortunados.
Fuente fotografía: Hijo de Fígares


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