Último sábado
¡Qué bonita vas!...Señorita de Mayos alhambreños, esa calurosa tarde del último sábado, cuando a hombros de los que cambian penitencias por glorias, bajas a Granada salesiana y sonriente; Qué graciosa eres, isnpirando la ternura y el cariño de los que te miran, convirtiendo esos sentimientos en improvisada a la par que dulce oración, para tu divino niño, que también sonríe entre tus brazos...Auxiliadora, cuando el sol ilumina el patio de tu hogar, el escritor que da nombre a tu residencia se vuelve desde su monumento a contemplarte, guardián de los versos de Granada, celoso de tener que compartirte; Eres, risueña y primorosa Madre, distinta a todas en hechuras y maneras, e igual, empero, en el respeto y el amor con el que tus archicofrades te engalanan y preparan para tu vespertino paseo; y qué especial tu estación gloriosa, qué sensación tan nueva la de tus costaleros, curtidos en trabajaderas abrileñas, acostumbrados a la fuerza y al vigor, vitales ambos bajo los pasos de palio o los misterios deslumbrantes, y sin embargo capaces de la mayor suavidad a la hora de trabajar para tí, transformando su labor callada casi en filigrana para que tus zancos no se muevan y te lleven flotando por tus cuestas nazaritas...qué poquito le falta a tu capataz, para volver a dejarse la voz delante tuya, el tiempo se le empieza a ir a tus priostes, ahora que tan cerca está tu próxima salida, y nerviosos andarán ideando mil maneras nuevas de mostrarte siempre bella...oh, coqueta niña de la alhambra, convierte la tristeza en alegría para que vayamos a buscarte agradecidos, y volvamos a llenarnos de la infinita pureza de esa carita que nos muestras cada año, cuando tienes a bien bajar, de paseíco, a tu Granada.
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