Mi barrio...
Mi barrio, tiene recuerdos que se escapan de sus paredes, personas que fueron y vinieron, poblando de ilusiones y de vida sus ajardinadas esquinas. Mi barrio me sabe a colegio de monjas en la calle Aben-Humeya, donde las teresianas enseñaron a mi madre. A patio con palmeras y elegante escalinata, a historias de colegio y tardes de domingo. Me sabe a antigua casa de dos plantas, fría como la noche, a celebraciones de gol del equipo contrario por equivocación, a cuadros con retratos de antepasados, a dibujos enmarcados de Fernández Ezcay y fotografías en blanco y negro. Mi barrio, me sabe a tirachinas, a juegos en la calle, a niñas saltando la comba o jugando a la rayuela y a zagales con petardos de casa en casa.
Me sabe a pandilla. A “estudios” de oposición dando paseos saludando a las vecinas, y anillas colgadas en el patio para ejercitar los músculos. Me sabe a cartuchos de pipas de a peseta; a cine Albéniz, con sillas de anea unidas con listones de madera, donde se proyectaban películas del oeste y los niños del barrio entraban gratis gracias a los contactos de la puerta. Me sabe a Conventos de Cristos antiguos; a tranvía que unía san Antón con mesones, para dejar a mi padre en el negocio familiar. Me sabe a sereno, y a puertas abiertas toda la noche; a casa con escaleras donde una jovencita “empollona” estudiaba medicina, y a perros de caza, "adoptados" por la gata “Fifa”. Me sabe a Despacho de abogado, a cajas de puros y perchas de perdices. A niños que cruzaban la calle del matadero camino de los padres escolapios, bajo una lluvia de pedradas que luego eran devueltas a su tiempo. Me sabe a calzones cortos, a sabañones en los pies por el frío de la nieve camino de los maristas. Me sabe a citroën “latas”, a pregón de leche recién ordeñada calle abajo, y a ventanas con geranios. Me sabe a Jazmín y a Galán de noche, a dos duros ahorrados con el trabajo de todo el año para comprar flores por san Luis, y a yedra por las paredes. Me sabe a los ojos verdes de mi abuela, y a los azules de mi madre; me sabe a familia, a tradición, a Mulhacén, a Abú Isaac, a San José Baja,...me sabe a anécdotas que me contaron para escribir todo esto y a nostalgia. Me sabe,...a Fígares
(Fotografía: mi padre en la puerta de su casa. Años 40)
Qué bueno, artista...
ResponderEliminarOjalá todos tuvieran un sabor así de sus cosas y de las de los suyos.
Me encanta asomarme a esta ventana tuya; es lo que tiene Google, que te da de vez en cuando buenas sorpresas.
Enhorabuena, hermano.
Gracias David...lo bonito de esta historia es que se cuenta sola, cada vez que paseo por sus calles, imaginando dónde estaban las casas donde mis padres, las de sus amigos, cada vez que miro al balcón de Mulhacén donde mi abuela nos sirviera tantas meriendas, cada vez que entro en san Emilio, y me acuerdo de la ubicación del Señor en la parroquia antigua, y por supuesto, cada vez que las cornetas anuncian que vuelve a la calle...que Él permita que las cosas de su barrio se sigan contando.
ResponderEliminarUn abrazo