Del Realejo...

De todos es sabido mi marcado carácter "de negro" si al Lunes Santo se refiere, pero hoy quiero desmarcarme un poco de la que es mi hermandad, y hablar un poquito de otra de las grandes en esta jornada penitencial, y no sólo por el tamaño de sus pasos. Debajo de sus titulares, le ganaron y le siguen ganando la pelea algunos de mis mejores amigos, que se jactan con orgullo de haberse curtido en las trabajaderas del Realejo.


Cada Lunes Santo, viven como yo vivo su gran día, sólo que en distintas partes de la ciudad, apretando los dientes en la calle Santiago, mientras la banda del Despojado les va marcando el ritmo; trabajadores cofrades, que amasan de costero la fe que le tienen a su Señor del Huerto. Él mira hacia arriba, pidiéndole a su Padre que aparte, de ser posible, el Cáliz de su Pasión, y hacia arriba miramos también los granadinos, asombrados ante la majestuosidad de su paso, que viene hacia el centro de Granada, y que huele y sabe a dulces de comendadoras.

Siempre tras Él, humilde y soberana, la que es Madre de Dios y nuestra, llenitos los ojos de Amargura, agotando al ritmo del bendito arte costalero, las últimas lágrimas, aunque su dolor no se mitigue, ni un ápice, pese a que nosotros lo intentamos desde fuera, como sus hombres lo intentan desde abajo. En cada esquina, en cada calleja del barrio que la acoge, nos perdemos en su tristísima mirada, enajenamos nuestro pensamiento a fin de que Ella tan sólo lo presida, y le pedimos a su Hijo, que en su Oración en Getsemaní, nos tenga presentes a nosotros, súbditos leales del más puro de los reinados, ése que en nombre del más desinteresado de los amores, impera en Granada, sobre todo el Lunes Santo, regido por la más bendita entre las mujeres, flor de inagotable perfume, Virgen guapa de la Amargura...

A todos los que los teneis en el corazón durante todo el año, cada día de vuestra vida, y uno sólo, el más grande de todos, los llevais sobre vuestra cerviz.

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