Mirando al Sena...

En que estarías pensando, mirando quedamente el lento discurrir de las aguas del Sena, sólo tu cabecita inquieta lo sabría, sólo ella podría entender lo que en ese momento urdías en tu interior, ora dichosa por tenerme a tu lado, ora contrariada por las pocas horas que habríamos de pasar juntos. Pero si sé, en cambio, lo que yo imaginaba al disparar la fotografía, y lo que mis ojos veían, al mirar a través del objetivo; la mujer que estaba ante él, mejor dicho, la niña que se había convertido en mujer, con otras inquietudes, otras responsabilidades, pero con la misma mirada, mitad traviesa, mitad inocente, mitad seductora, mitad entrañable. Una mujer, capaz de darle un giro a la vida de un hombre, contando apenas con armas para hacer frente al desánimo y la apatía que llenaban su corazón. Una mujer, que ante las dudas, aportaba estabilidad, ante los golpes de la vida, el apoyo y la comprensión, ante los malos momentos, la sonrisa más perfecta, y ante las lágrimas y el dolor, el amor y la esperanza. Una mujer, de orgulloso carácter, pero de noble corazón, que sólo con mirarme ya sabe lo que estoy pensando, y que me busca con sus ojos entre la gente para saludarme con un guiño; una mujer con nombre de ópera de Biset, de pelo oscuro y misteriosos ojos pardos, que me susurra al oído para calmarme y me alegra cada mañana cuando escucho su voz; una mujer que inventaría si no existiera y a la que desearía si no estuviera conmigo. Yo no sé en que pensabas, apoyando tus manos en el puente, pero si sé que yo le hice una fotografía, mirando al Sena, a la mujer de la que estoy profundamente enamorado...