en el olvido burocrático...
Así me encontré la puerta del otrora hospital de militares, donde durante tanto años curaran las heridas de nuestros valerosos soldados, eminentes médicos castrenses. Así aparece, en el campo del Príncipe, abandonado a su suerte, el edificio solemne en el que tantas veces entré, para ver cómo mi abuelo se iba despidiendo de este mundo. Sí, en una de esas habitaciones, ahora pasto de las ratas y repleto de inmundicias, ilustres hombres, con sus cuerpos marcados de por vida por la metralla de cien mil conflictos, dejaron sus vidas y pasaron a engrosar las filas del ejército del Altísimo. En esos pasillos, oficiales y reclutas, cansados de las órdenes de los patios de armas, venían a abandonarse a la tranquilidad que reinaba, a pesar de las heridas y sinsabores que su oficio les deparaba; en las camas que ocupaban las estancias ahora inhóspitas y lúgubres, nuestro glorioso ejército sanaba de sus enfermedades, al cuidado exhaustivo y dadivoso del personal médico del centro. Ahora, la desidia burocrática lo ha convertido en fanal de suciedad, en el que comparten sitio los desperdicios y el abandono. Es típico de Granada dejar escapar competencias y solares emblemáticos, y mientras encuentran una función que otorgarle a esta construcción, después del fallido intento de alojar en ella la facultad de los arquitectos, el lugar en el que falleció mi abuelo, espera su destino enclavado en podedrumbre...
Alguien lo verá normal, pero a mí, maldita la gracia que me hace...
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