decidle algo...
Sí, por favor, decidle algo, y que desaparezca de su cara de nácar esa mueca de Amargura; o mejor, no se lo digáis, porque...¿qué haría sin su amargura la Amargura?.
Decidle algo, mujeres de mantilla que delante vais de Ella, vosotras que entendéis mejor que nadie lo que es querer a un hijo más que a vosotras mismas, a ver si así conseguimos que no llore; pero, será mejor quizá no decir nada, porque...¿qué sería de la Amargura sin sus lágrimas?...
Buscad, costaleros de arpillera y faja, entre las telas de vuestro corazón, esas palabras que sólo pueden decirse al llevarla al Cielo, hacedla sentirse única, y decidle el orgullo que os invade cuando buscais sus trabajaderas, para que al sentirse orgullosa de vosotros, se borre de su mirada el color de la tristeza; iluminadla, hermanos de luz, nazarenos y acólitos, para que con el relfejo de las llamas de los cirios, no acierte a ver el momento de Oración que le precede, e intentad así, casi sin mirarla, que su boca se abra en un suspiro...o será mejor, por el contrario, dejadla así, como está, sitiendo en lo más hondo de su ser los requiebros del alma, aquellos que no se dicen, pero se piensan, y son los que mejor llegan hasta Ella...
Decidle algo también vosotros, pueblo de Granada que acudís a verla en Santiago, y vosotros también, ¿por qué no?, hermanos de otras cofradías de Lunes Santo, que no podéis ir hasta Ella por estar con vuestras hermandades, para que se sienta tan querida, que se le olvide que si sale a la calle, es para acompañar a su Hijo que va en trances de Oración más adelante, pregonad todos la belleza infiinita de esta Madre, que de no existir habría que inventarla para nombrarla Amargura...
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