A cada Santo hay que ponerle su vela...
"A cada Santo hay que ponerle su vela"...eso es lo que ayer por la mañana me dijo una clienta, en la óptica en la que desde Marzo del presente año vengo desempeñando mi labor profesional. Ella es una de las excepciones que confirman la regla de que la gente se acuerda de tí no sólo para lo malo, y que de vez en cuando aparecen para reivindicarte en tu profesión con gestos o detalles que te ayudan sobremanera a tirar hacia delante con la muchas veces ingrata labor de atención al público. El que trabaje detrás de un mostrador sabrá de lo que le hablo, cuando tu mente está en otro sitio y las tripas se hacen corazón para poner tu mejor sonrisa al cliente que de vez en cuando sobrepasa los límites dela educación. Pero este no es el caso...ella es una mujer agradecida, que volvió a mi centro de trabajo para adquirir una gafa de sol, que mi compañera le vendió. Cuando fue a recogerla, yo andaba por el mostrador que preside la óptica, metiendo algunos albaranes en el ordenador, cuando se dirigió a mí con una sonrisa matizada por la emoción, para decirme, con la voz entrecortada por los intentos de contener las lágrimas, que su padre, al que yo había recomendado ir a oftalmólogo por una posible catarata, me había hecho caso, y la doctora lo remitió a quirófano casi inmediatamente, dado el avanzado estado de la patología. El resultado de la operación fue el deseado por él, y que yo le había avanzado anteriormente en gabinete, cuando le dije que tras quitar la catarata, el ojo recuperaba el estado de visión anterior. Tras la intervención, el hombre volvió a ver, pero por estas cosas del destino, le duró poco la alegría, ya que a los pocos días falleció....
La hija, visiblemente afectada por el reciente suceso, venía por "orden" expresa de su padre, que agarrándole la mano en el mismísimo lecho de muerte, la instó a acudir a mí para decirme: "díle al muchacho que por fin veo"...y la sonrisa le iluminó la cara, al par que se llenaba de lágrimas la de su hija que ayer por la mañana me agradecía todo lo que hice por su padre, que mi entender, fue sólo mi trabajo.
Gestos como éste que os describo, son los que me recuerdan porqué elegí esta profesión.
Los que tratamos día a día con la gente entendemos perfectamente lo que describes, son muchas, por desgracia, las personas a las que les falta un poquito de educación o de paciencia, y cada vez se hace más raro el que le reconozcan a uno su trabajo.
ResponderEliminarAbuelo, tenemos una junta pendiente...
Te comprendo perfectamente, porque mi profesión es tras un mostrador, y lo primero que me enseñaron hace ya unos pocos de años es que lo más grande que puede existir es servir a los demás, cosa que has hecho con creces y debes llevar a gala.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Lo bueno, querido amigo, es que todavía son más las personas por los que merece la pena dar la cara. En cuanto a la junta, cuado quieras, que se nos escapa el local...
ResponderEliminarUn abrazo desde Granada
servir a los demás...te prometo, Herodes de la calle Anchalaferia, que no nunca lo había visto así, y me gusta esa perspectiva.
ResponderEliminarUn abrazo
y luego esta la cruz de todo esto y es que eso en la nomina no esta reflejao, solo ves pluses y quites, pero en fin, en el alma si queda reflejao.
ResponderEliminarPues abuelo, como bien decís por aquí el servir a los demas es algo grandísimo, yo a diario lo hago y que me llevo a cambio?? una jartá de maldiciones..pero la gente no sabe que cuando de verdad le hagamos falta intervendremos para sacarle las castañas del fuego, entonces pensarán otra cosa de uno...pero sí es cierto que muchos agradecen el trabajo que uno realiza, solo por ellos merece la pena enfundarse una bata blanca, un uniforme o lo que sea. Mil años de gloria te de la Señorita de los Basilios por ser como eres.
ResponderEliminara Ferro...pues sí, Pepe, la nómina no sabe de lo que la gente necesita, sólo atiende a horas semanales y similares, pero como bien dices, el alma es otra cosa...
ResponderEliminarUn abrazo
a Valenzuela...Lolo hijo, por esa gente merece la pena ser lo que somos siempre, porque ellos nos necesitan con nuestra bata, o nuestro uniforme,...
un abrazo, y que la Señorita de los basilios bendiga esa nueva casa e Armilla, y a sus futuros moradores