Señora de Sevilla...
Volvió a suceder, el pulso se me fue acelerando conforme iba subiendo los escalones que dan acceso a su camarín, y cuando me hallé junto a Ella, mis ojos se iban de un espejo a otro, de un perfil al otro, pero mis labios no acertaban a hilbanar ni una sola oración, ni un piropo que dedicarle, pues la emoción no me dejaba buscar las palabras para decirle lo que Ella me inspiraba.
Mi mujer me acompañó esta vez, y no sé si fue sólo el hecho de presentársela, el hecho de que ella la visitara por vez primera para verla tan cerquita, el que me hizo callar, yo que siempre he sabido dirigirme a Ella, con las frases que me dictaba el espíritu. Y es que no sé lo que ocurrió, tan sólo que me quedé mudo, mirándola como otras veces, entreteniendo el pensamiento con los detalles de su cara, dividida en dos perfectísimas mitades, y que nos llegan a sus devotos por las curiosidades de la reflexión, para llenarnos de Esperanza...y fue entonces que recordé otras frases escritas por un poeta de mi tierra, que las dedicara a la persona que él amaba, y que apliqué al momento para salvar el silencioso obstáculo que el nerviosismo me había impuesto, y salir así airoso del lance en el que me hallaba; unas palabras que son perfectas para definir lo que se siente cuando tus pies hollan el solar macareno, y es que, queridos amigos...
aquél que no se cansa de mirarte".
(Luis García Montero. Habitaciones separadas)
Algo tiene la Esperanza. Algo tiene.
ResponderEliminarA ver si un par de vestidores de nuestra tierra visitaran a la Señora de San Gil y se dieran cuenta que vestir una Virgen de difuntos no es disfrazarla.
Un saludo, abuelo. Buena entrada.
Pues sí, Álvaro, algo tiene la Esperanza, que sin darnos cuenta hablamos de Ella en cualquier instante de nuestra vida...en cuanto a lo otro, nos queda mucho que aprender, el problema es que en muchos casos no queremos hacerlo...
ResponderEliminarUn abrazo