Y por fin te conocí...

Nunca habia estado en tu casa, pero eran muchas las ganas que de ello tenía; mis amigos me habían contado, más de una vez, lo distinto que es el Cielo en tu morada, al par que un sinfín de historias de marisma, arenas y de ese perfume especial que sólo destilas Tú, Rocío, flor mariana de Andalucía. Yo nunca he hecho el camino, nunca tampoco me planteé hacerlo, pero he de confesarte que al mirar cómo se marchaban las carretas, con tu nombre siempre en los labios, algo en mi interior "envidiaba" ese sentimiento que ellos llevan, y que sólo puedo imaginar si lo comparo con lo que me trasmiten mis titulares. Nunca, Rocío, pensé en rezarte, en hacerte partícipe de mis cosas, de mis sueños, y de mi vida, nunca comprendí lo que de tí se decía, lo que a tu lado se vivía, y lo que desean todos los que han compartido contigo el polvo del camino junto al Simpecado de su hermandad, volver a verte...nunca, Rocío,...hasta el otro día, en que desde Sevilla a tu ermita mil cosas pasaron por mi mente, nervioso como en la primera vez de todo, neófito de Tí, de todo lo que te rodea. Esa tarde-noche dominical, atravesé las puertas de tu casa, y comprendí todos estos años de explicaciones, todo lo que la gente que te conocía intentó trasmitirme en balde, porque para empezar a conocerte, primero hay que entrar en tu ermita, ver cómo la gente empieza a llorar en cuanto se cruzan su mirada y la tuya, y esa reja siempre llena de gente, pidiéndote cosas...sigo sin saber si algún día haré el camino, pero desde ese domingo por la tarde, ya tengo un motivo para hacerlo...

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