El portón de los sustos
El llamador convoca a la gente de Ella, y tras un Ave María, se eleva el palio romántico hasta el techo de san Pedro, retumbando el suelo del templo, a estas alturas ya casi vacío...se avanza de cortito, antes la banda acompañaba el recorrido hasta el dintel, soltándose así los músculos, y calmándose los acelarados corazones, aparentemente, antes de poner a la Virgen en la calle. El sol se cuela por lo respiraderos, en un sinfín de efectos lumínicos que son inexplicables, creando un ambiente único que sólo saben los que la han sacado alguna vez. El paso levanta, muy cerca de la puerta, se avanza un "pelín" y se echa la rodilla a tierra; antes se habrán puesto las rodilleras, que no se sabe cómo, ese día cuesta un trabajo ímprobo colocárselas, para protegerse durante la dificultosa salida de este singular paso de palio. Las voces de los capataces se mezclan con el "hop, hop" marcado por los de abajo, el suelo se acaba y sin tiempo para nada se empieza la rampa, cargándose los primeros palos y haciendo más sufridas las "llamás" de los zancos delanteros. El palio sale indemne, amenazados sus varales por pétreo enemigo que un año más ve infructuosos sus esfuerzos, y ya está la Virgen de las Maravillas en su plazoleta de siempre, tras haberse incoporado sus costaleros, y llenando el aire granadino el sonido de las campanas, los aplausos del público, ya libre de tensiones, y los acordes de la Marcha Real...hágase el Domingo de Ramos de Granada...


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