Perdóname, Reyes...
Perdóname, Reyes, por esto que está empezando a fraguarse, mientras los ecos de una agrupación musical llenan mi estancia de la costa, porque hoy no voy a hablar de Tí, Lucero de Martes Santo, sino de Él. Perdóname, Mujer de belleza altiva e imperturbable, belleza perenne y casi ignorada, Señora del Albaycín bajo, en esta tarde en que mis palabras se acercan al que nació de tu vientre, una fría madrugada de Diciembre, para vivir su vida de Amargura. Hoy voy a hablar de Él, de sus manos vigorosas exhaustas por la briega con el madero, de su túnica al viento semanantero granadino, de sus ojos abandonados, y su mustio rostro, ajándose por momentos, estación a estación, de ese Vía Crucis que sólo Granada tiene.
Hoy quiero hablarte a Tí, Hijo de Dios hecho hombre albaycinero, que bajas cada año, mecido suavemente, y despiertas el alma del que te observa, ora al calor de la tarde abrileña, ora al relente de la madrugada en el Darro. Hoy es tuya mi escritura, Tú que todo lo puedes y nada quieres para Tí, Tú que en el bamboleo de tu túnica, llevas la vida de los que te llamamos, aunque sólo sea una vez al año, revoloteando alrededor de tu paso, el Martes Santo a los pies de la Alhambra. Y es que merece la pena, Amargura, mirarte detenidamente, y embobarse con la filigrana hecha madera, y con la madera hecha devoción. Merece la pena, seguro que sí, quedarse un ratito en el Puente Cabrera, esperándote junto al frío de la primavera granadina, para comprender en una fugaz mirada, las infinitas cosas que se simplifican en tu cara. Amargura, hoy quiero hablar de Tí, de esa cruz de taracea que te sirve de martirio y que será símbolo de nuestra fe tras tu gloriosa resurrección el Domingo en Vergeles, de esa corona de espinas que te atenaza la mente, para que no veas en nosotros el mal, y sólo las cosas buenas. De los ojos, con las lágrimas mojando impunemente las pestañas de las "viejecitas" de tu barrio, que al calor de la mesa de camilla esperan trasnochando para que Tú pases por la puerta de sus casas.
Hoy hablo de Tí, al amparo de los años de historia que tu hermandad pregona, de lo fácil que resulta juntar unas palabras en tu nombre, de lo especial de tu recorrido, de lo único que es todo lo relacionado contigo, de los corazones que te siguen, de los que rezan a tu lado, y de los corazones que te llevan...aunque sé que tu Madre viene detrás tuya, llevada con perfección milimétrica por sus hombres, pero sus capataces y costaleros me perdonarán si hoy hablo de los tuyos, que amigos hay en ambas cuadrillas, negro o blanco el pantalón, pero una única razón de ser.
Perdóname, Reyes, embajadora del buen gusto y de las proezas costaleras, si mi objetivo cambió de sitio el Martes Santo, para hoy hablar de Él...
Salto de calidad muy importante en esas fotografías.
ResponderEliminarSaludos desde La Puerta de Granada.
Se agradece, y me alegre verte por aquí de nuevo.
ResponderEliminarUn saludo