Azul...

Azul es el color del cielo granadino en primavera, el que más nos gusta que tenga a los cofrades cuando se aproximan las fechas en las que los costales hacen que relajemos nuestras obligaciones familiares. Azul, es el color del uniforme de aviación cuando rendía honores a la Virgen del Mayor Dolor en su estación penitencial. Azules tiene los ojos la hija de uno de mis mejores amigos, que nos abre las puertas de su casa a mí y a mi esposa, ya sea en afán de Rivera o en el Tesorillo. Azul el color del mar que llevo mirando desde hace casi un año y medio, al incorporarme cada mañana a mi puesto de trabajo. Azul el palio de la Candelaria, o de la Hiniesta, que mezclan sus tonos azules con la plata de sus orfebrerías, cuando las mecidas de sus costaleros les sacan destellos azules al metal de sus varales. Azul el manto de la Palma, y las chaquetas del Domingo de Ramos, en el paseíto matutino de capillas y emociones reencontradas.
Azul el manto de la Inmaculada Concepción de María, presentada así por el genio de Cano, para la sacristía de la catedral de Granada, o en las incontables obras de Murillo, que cómo él, nadie nunca supo retratar a María, libre del pecado original. Azul, nuestros recuerdos mejores son azules, los días que R.E.N.F.E nos invitaba a viajar eran azules, y hasta azul era el color elegido para inmortalizar el verano de nuestras vidas, en las azules playas de Nerja.

Azul es también el color de la mirada del consuelo de Sevilla...

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