Besamanos...
Pasan los años, y acudo a Tí, sabedor de mis imperfecciones, para quedarme un rato en frente tuya y dejarte mis cargas y mis dudas. Sigues igual, nada en Tí ha cambiado, aunque sí lo haya hecho a tu alrededor, en estos tiempos en que tu casa no es nuestra casa, o por lo menos no cómo a nosotros nos gustaría. Da gusto entrar en tu templo, solitario, habilitada la póstula tras la puerta, en donde se ubica el paso de tu Hijo cada Viernes Santo, regentada por los mismos de siempre, que ni sienten ni padecen, o eso al menos pareciera. Tu altar, oculto tras el color azul inmaculista, se despoja de Tí, en ese día en el que prefieres estar a nuestra altura, y del que gozamos plenamente los que a tu llamada acudimos. Da gusto reencontrarse con las caras conocidas, da gusto el abrazo y la palabra, mientras nos dejamos abandonar en los trazos de tu perfil.
Fuí a verte, y te dije tantas cosas, que seguro no tuviste tiempo de apuntarlas, pero aun así es igual, porque Tú tenías que saberlas, de hecho las sabes de sobra, puesto que cada vez que te visito te las digo. En las vísperas de la Navidad, tu vienes a nosotros, y nosotros, nos quedamos a tu lado ese ratito, ese ínfimo segundo, en que mirándote a la cara, se apagan las oscuras luces de todos los males del mundo...
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