De fiestas de la Primavera y otras hierbas...

Yo ya no soy joven, dejé de serlo hace tiempo por mi edad y mucho antes por el mote que desde sexto de EGB me tildó como "abuelo", así que fijaros si llevo tiempo sin juventud en mi existencia. Pero me alegro, me alegro y me alegro, y me alegraré siempre de no pertenecer a esta juventud de fiestas de la primavera y otras hierbas...
Llámenme como quieran, díganme lo que deseen, pero que yo tarde desde la calle de Las Flores hasta la facultad de ciencias la friolera de cuarenta y cinco minutos, en coche, eso clama al cielo. Que no se pueda recorrer con el coche unas calles que entre las obras y los/las deambulantes vaso en mano, gritos por doquier y pasos indecisos, porque estén convertidas en verdaderos campos de batalla, de restos de botellas, vasos de plástico, vómitos e inmundicias, es deplorable. Que atascado en un caos de tráfico, tengas que aguantar que los jóvenes te reten, te insulten y casi te den en el coche porque ellos tienen que andar por donde tú circulas, es deplorable. Por no hablar de las retenciones kilométricas desde cualquier punto de la periferia al centro de la ciudad, que hacían imposible el acceso al mismo. Por no hablar del hacinamiento de los jóvenes en los aledaños al rasillo, a Mendez Nuñez y al colegio de Santo Tomás de Villanueva, tratados como borregos por una autoridad competente a todas luces insuficiente. Por no hablar de la imagen vergonzosa que da nuestra ciudad, que luego nos quejaremos de que no es conocida nada más que por cosas como esta.
A mí se me ocurre algo que me indigna, por cofrade y por granadino: cómo la gente que se jacta de ser anticofrade, de decir que las cofradías colapsan la ciudad con los ensayos de costaleros, que las bandas no dejan dormir, que los cortejos atoran las salidas a garajes e impiden el acceso de los vehículos a sus urbanizaciones,...esos que no paran de decir sandeces por las cosas que, según ellos, no aportan nada a la ciudad, esos que desde sus comentarios detractores intentan menospreciar una fiesta de interés turístico, de interés cultural y devocional, después no sale a la calle cuando ésta es tomada por hordas de guerreros armados de botellas y voceríos, no se crispan cuando lo que no les deja dormir son gritos pelados de una juventud enloquecida hasta las tantas de la madrugada, no se enfadan cuando el aroma del incienso se cambia por la peste a...me voy a callar...
Así es mi Granada, una ciudad europea ninguneada por cosas como ésta, una ciudad en la que lo nuestro se critica y lo exportado se engrandece. Una ciudad que es famosa por la cantidad de jóvenes que se emborrachan en sus calles, una ciudad universitaria, que toman los universitarios rompiendo su rutina, una ciudad de alcaldes inermes, de ciudadanos que no saben protestar, o protestan sin saber, una ciudad que se empequeñece cuando hay que organizar algo importante, a la que le saca los colores la visita de la selección, del Real Betis o de lo que ustedes quieran, ¿una ciudad?...me voy a callar...
Mañana amanecerá, y volveremos a salir en las noticias por la cantidad de basura que recogerán los operarios de Inagra tras el desmadre de hoy, de otro parecido que acabó con nuestras cruces, del macrobotellón y de la hecatombe universitaria. No quiero que paguen justos por pecadores, ni hoy estaban todos los que eran, ni eran todos los que estaban, pero una noche más, la ciudad de Ganivet, de Falla, de Pedro Antonio de Alarcón, de Federico y de tantos otros, mañana será recordada, otra vez, por ser la cuna del sinsentido y el disloque.
Reflexionen...

Comentarios

  1. Cuando la ciudad con el mayor registro hotelero de España en Semana Santa (por encima de Sevilla, sí, que la cosa es para tomarla en serio) es Granada, que mueve en esos ocho días una cuantía económica de pingües beneficios para muchos sectores profesionales, el granadino tiene que dejar a un lado su fe, sus creencias o su militancia anti católica y reconocer que en efecto, las Hermandades dejan dinero, bastante dinero en Granada.

    Por no decir que nos acercamos al número de 20.000 cofrades, los mismos que ayer (pero venidos desde media Andalucía a los que se suman los miles de estudiantes de nuestra Universidad que no son de aquí y están censados en sus lugares de origen) montaron la que montaron, y que un botellón como el de la Primavera, concentra a lo sumo 30.000 personas (y desde luego no a turistas con capacidad para dejarle dinero a Granada) y la Semana Santa, como el Sábado del Entierro Antológico de 2009, más de 200.000.

    Poner en tela de juicio los efectos favorables que desde lo económico tiene la Semana Santa, es indudable. Además, ninguna jornada penitencial ha provocado retenciones de kilómetros, ha cortado durante horas y horas el principal acceso a la ciudad o deja lo que hoy trae en fotos Ideal y da susto.

    A mí se me ocurren muchas cosas: que el Equipo de Gobierno que voté y votaré (así, sin paños calientes), metió la pata hasta la altura de la nuez con el botellódromo, con su creación y por supuesto, por supuestísimo, con su ubicación. Y a la postre, qué programa hacia la juventud presenta la Diputación y cómo invierte su dinero, cuando rozamos el 100 % de ocupación hotelera y dejamos millones de euros de beneficio hostelero y comercial en Granada, y el botellón ayer, protagonizado por los futuros médicos, abogados y profesores de España (vamos, en el futuro, como para ponerse malo... Prefiero un curandero) que deja la losa de horas extras de policía, recogida de basuras, caos de tráfico... ¡Vamos, vamos!

    Pero el granadino es tan indolente como decía Federico. A veces creo que es una especie de homenaje a Lorca: el pasotismo aborregado e irreflexivo de nuestros paisanos y de nosotros mismos... En cualquier ciudad decente centroeuropea, esto le cuesta al Gobierno Local el cargo. ¡De lejos!

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