No se lo digas a nadie...
El color amarillento de las luces de tus farolas, será mi compañero mientras recorro las calles de siempre, ésas que de tanto pisar su suelo, se le han desgastado los asfaltos. Las fachadas de sus casas, las esquinas con los negocios imperturbables, perennes como hojas de ciprés, que tantas veces han acompañado mis regresos a casa a deshoras de la noche, volverán a "mirarme" pasar cuando mis pies me lleven hasta las puertas que espero, hasta las puertas que me abren la oportunidad de ser de Ella, y que es lo más bonito del mundo.
Esas calles, verán romper su silencio, y serán despertadas de su letargo invernal por el rachear de treinta hombres, los ecos del improvisado martillo y las voces de mando, que volverán a hacer salir a los habitantes del barrio de sus casas, cuando la parihuela de ilusiones baje acariciando el pavimento los hombres de María. Quizá todo sea como siempre, o quizá de tantos cambios como haya nada volverá a ser como antes, pero cuando la casa de hermandad se abra, cuando el capataz ordene a los que habrán de pasearla, parecerá que el tiempo no ha pasado, que tengo dieciséis años, y que me meto por vez primera para experimentar los silencios de mi hermandad.
Cuando esta noche, tras realizar el mismo recorrido que me llevará al "san Remo", tras la amena charla con los que me han acompañado en mis aventuras costaleras, tras hacerme la ropa y ajustármela mi hermano, la parihuela de la cuadrilla de costaleros de Nuestra Madre y Señora se eche a las calles del barrio de san Antón, irán mis recuerdos ordenados uno a uno, a agradecerte lo feliz que me hace poder llevarte por Granada...esta noche ensaya tu cuadrilla, pero no se lo digas a nadie...
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