De todo...
De lo bueno y de lo malo sabes Tú mejor que nadie, de cómo se hacen las cosas saben tus priostes, que cada año de cultos a estaciones, nos hacen henchirnos de orgullo por ser tu medalla la que cuelgue de nuestro cuello. De tu peso, no se habla, pero se siente cada vez que toca levantar tu palio a los cielos de Granada. De tu amor, sabe Granada, que se agolpa cada vez más a las puertas de tu templo para ver cómo tu Hijo se aleja a paso racheado y tu palio sale, a pesar de los pesares, hacia sus calles. Del tiempo, saben los grabados, las listas de hermanos y las tarjetas de sitio, los acólitos infantiles que ya son tus costaleros, y la de anécdotas que caben en el corto espacio del patio de sacristía, mientras se forma el tramo de cruces, y tu hermandad sienta cátedra. Del aroma, saben los que esperan a la vera del turiferario mientras se despliega el efecto ola de tu cera tiniebla. De los sentimientos, saben los hermanos que se desean una feliz estación, el beso del costalero a su mujer que sale de nazareno, el apretón de manos con el que más horas echa en el convento, el abrazo al hermano mayor, y el guiño al capataz antes de meterse debajo. De las lágrimas, saben los que se acuerdan de los que ya no nos acompañan, cuando tu presencia les recuerda rostros y voces que te rezaron. Del cariño, saben las oraciones de las clarisas tras la reja del locutorio. De la amistad, saben las chicotás duras bajo tu paso, y los relevos mientras se charla y se observa cómo vienes bajando por la Romanilla. De peticiones, sabemos todos los que nos ponemos delante tuya para que nos hagas un "arreglillo" en nuestras vidas, o en las de los que nos rodean. De verdad, saben los que miran a la cara de tu Hijo cuando pasa a su lado el Lunes Santo. De diálogos, sabe tu vestidor, que convierte la tuya en la mayor belleza, en la mayor dulzura, en la mayor elegancia... de calor, sabrán los que se acerquen a tu casa de hermandad cualquier época del año, y les abran la puerta tus hermanos. De hermandad saben los que tienen claro que sus hijos serán miembros de esta longeva corporación, y de nada sé yo, que cada año vuelvo a aprender cuando realizo mi estación de Penitencia...
Y ahora, ¿qué? "De todo" lo que has dicho, sólo se me viene a la cabeza una cosa: la suerte que tuve hace tanto de ingresar por devoción en esta Hermandad, y la que me sigue creciendo a diario, con la manera de ser y actuar de mis hermanos. "De todo".
ResponderEliminarSiempre le digo lo mismo: "aumenta mi fe". Y me hace caso, porque va a más. Me lo hacéis muy fácil muchos, y en esto reside la realidad de un cofrade que con 30 tiros dados por cada año de vida, las palmas y el regocijo vacío le está de más.
Gracias, hermano por la entrada. Gracias Abuelo, por el Lunes vivido. Y a tu mujer, como a cientos de hermanos, gracias por hacer realmente nuestra Hermandad. Es el testimonio que habla sin decir nada más bonito del mundo, el de nuestros nazarenos.
Efectivamente hermano, la labor más difícil es la del nazareno, que con la mirada al frente y sus palabras calladas con el capillo, realiza la estación con sus pensamientos, sin más relevo que los segundos en los que el cirio está abajo, y sin más descanso que los parones de la hermandad. Tiene que ser muy difícl, com digo, escuchar las "levantás" de tu palio y no poder volverte a mirarlo, sabiendo que está tas cerca...en cuanto a mi mujer, lo tenía un poco más "fácil", pues al mirar al frente veía el imponente andar de la cuadrilla del Cristo (es lo que tiene ser nazareno del primer tramo de palio)...
ResponderEliminarUn abrazo, y gracia a tí, por todo..