La segunda etapa de nuestra luna de miel nos llevó a Florencia, a la que llegamos tras un agradable paseo en tren, una luminosa mañana de Octubre. El taxista que nos llevó desde la estación hasta nuestro flamante hotel, nos contó que le encantaba España y que había tenido el placer de conocer Barcelona y Madrid, pero Granada...para su "desgracia" no le sonaba.
Florencia es una ciudad apasionante, anclada a la vera de su río, rodeada de maravillas y obras de arte, que dejaron las grandes familias que las adquirieron en vida para dejarlas en herencia a las generaciones venideras. Desde nuestro hotel se llegaba muy pronto al centro de la ciudad, en el que se encuentra la Galería de los Uffici, museo en el que hay numerosas obras de arte, realizado por Vasari y encaminado a albergar en su interior las oficinas judiciarias y administrativas de Florencia. En su exterior, en hornacinas dispuestas sobre la fachada, las estatuas de Leonardo y Miguel Angel, entre otros, nos hace una idea de la elevada calidad de las obras escondidas entre sus muros.
Al salir del museo, salimos directamente al río que separa Florencia en dos partes, una más llana y otra más montañosa, en donde se encuentra el mirador y el palacio Pitti, con amplios jardines y lujosas habitaciones, vestigios de la riqueza de la familia que le dio el nombre. Paseando por el río, vemos a lo lejos, desde su orilla derecha, el Ponte Vechio, o puente viejo, quizá lo más famoso de Florencia, junto con el Duomo, catedral de la ciudad, en la que se encuentra la cúpula a la que diera vida Bruneleschi. Al atardecer, las luces reflejadas sobre el río, y las que se proceden de los típicos locales de joyería, aportan una visión preciosista de este lugar, al que no se cansa uno de mirar, desde una orilla u otra.
Seguimos con nuestro paseo, y llegamos a la Plaza de la República, emplazamiento del centro del comercio de Florencia, a partir de la Edad Media, siendo la Signoria el del centro Pólítico, y el Duomo el del religioso. A la derecha de la fotografía observamos la columna de la abundancia, símbolo del lugar exacto en donde se cruzan las principales calles de la antigua ciudad de la época romana.
Si la anterior plaza era la sede del mercado viejo, la de la Santissima Annunziata, fue edificada en el siglo XIII para acoger el mercado semanal, y participaron en dicha edificación grandes arquitectos renancetistas. En ella encontramos la basílica que le aporta el nombre, el pórtico de los siervos de María, y el Orfanato, éste obra de Bruneleschi. La estatua equestre que vemos es de Ferdinando I, realizada en 1508 por Giambologna, al fondo, la cúpula de la Catedral de Florencia.
Nosotros, en la ya mencionada plaza de la Signoria, sede del Palacio Viejo, y en donde se encuentra las copias del David de Miguel Angel (el original está en la Academia), y del
Marzocco de Donatello (en el museo del Bargello). La fuente que se observa en la fotografía, es la de Neptuno, obra de Ammanati.
Siete colinas como Granada y lazos artísticos fundados hacia 1520; Florencia es la capital del éxtasis patrimonial. Pocas ciudades pueden hacerle sombra en esto (¿quizás Roma? Pero pare usted de contar) y deja un sabor único... Granada asoma a veces cuando uno se asoma por el Belvedere.
ResponderEliminarEsa es la sensación que me dió, querido David, la de estar visitando una ciudad que me daba la impresión, al mismo tiempo, de que la conocía de toda la vida...muy parecida a Granada, esta Florencia que me cautivó.
ResponderEliminarUn abrazo