Lluvia...


Ya ha llegado, y con ella el otoño empieza a asentarse, al fin, en la costa granadina que ha visto cómo el verano se ha visto sorprendido, a finales de Octubre, por el temporal que nos vuelve a meter de lleno en la realidad de las fechas en las que estamos. En la foto, la toalla de playa resistiéndose a la despedida de la temporada estival, más larga que nunca, se moja sobre el balcón del piso en el que hasta hace poco se contaban todas las ventanas encendidas, y deambulaban por los balcones los veraneantes en Almuñécar. Hoy hace frío, y la lluvia nos acompaña desde muy temprana hora, cuando el repiquetear de las gotas en los cristales despertaban al que os escribe, teniendo que levantarse a deshoras para cerrar persianas, recoger ropa tendida y volverse a meter en la cama para disfrutrar de la lluvia bajo la colcha de entretiempo.

A mí la lluvia siempre me supo a planes frustrados, aun a pesar de que algunos de mis mejores amigos de la infancia fuesen, y son, agricultores, por lo que veían la metereología desde un prisma diferente al mío, más centrado éste en salir con los amigos, que en el devenir de la cosecha de turno; siempre se me ha agriado el carácter (más de lo habitual), cuando me levantaba un sábado y escuchaba la lluvia golpear contra las uralitas del patio de luces, y me levantaba seguro de que esa mañana no habría fútbol después de ir al supermercado, que esa tarde no saldría del sótano en el que mi padre decoraba la maqueta, y no cabría más posibilidad que la de sentarme en la mesa de camilla, o dedicarme al ocio dentro de casa, pero eso sí, no aprovechaba para estudiar, porque no iba a quedarme en casa todo el día, y encima entregarme a los libros. Además, ya de mayor, la pandilla no salía ante cualquier atisbo de lluvia, por lo que el primer amor debía esperar a la semana siguiente, y en otra semana, la Santa, la querida lluvia me privaba de lo que más espero durante el año. No había bicicletas, ni nada que pudiera llevar consigo ensuciar la ropa o las zapatillas, cuando el astro rey decidía ocultarse tras la tupida "pared" de nubes amenazantes...

Hoy día, afortunadamente, todo lo que hago puede hacerse con lluvia, por lo que ya no afecta tanto a mis planes, si bien lo de la Semana Santa es algo que no ha cambiado, todo lo demás se puede seguir haciendo si llueve, por lo que ya mi estado de ánimo no se altera tanto como antes, aunque me siguen aletargando los días grises, que aprovecho para leer, escuchar música, escribir, estar con mi esposa, a la que tan poco veo durante la semana, tomar palomitas mientras disfruto de una buena película, o sacar la cámara para probar cosas con ella, como es el caso que os pongo hoy, y es que, nos guste o no, la lluvia nunca nos deja indiferentes...

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