Echar de menos...

Echar de menos, añorar, extrañar, echar en falta...es la esencia misma del hombre que ve cómo su vida evoluciona, anticipándose a cambios que sólo están en la mente y preparándose, en consecuencia, para ellos; constituye uno de los pilares del alma humana, de su propia existencia, que se balancea acunada por los brazos de los recuerdos que dan forma a la añoranza. Se puede echar casi todo de menos, desde los tiempos felices de la infancia, los juguetes de los que disfrutáramos, las personas que nos acompañaran...se puede echar de menos el patio del colegio, los primeros compañeros, antiguas amistades y amores precoces e inexpertos (bueno, quizá para éstos no sea añoranza la palabra adecuada), y todo esto se desata cuando la chispa de un comentario, una comida con gente de esa época, o cualquier otra circunstancia prenden la llama de la mente y salta de pronto la sensación especial que da el no tener lo que tuviste, no estar en donde estuviste, o no querer a quién quisiste.



Cuando pasan los años, la añoranza se va convirtiendo en compañera de viaje de todos y cada uno de nuestros días, hasta el punto de que siempre estamos echando de menos cosas que ya no tenemos, o lugares que ya no hemos vuelto a visitar...se van echando de menos los familiares y amigos cuando el trabajo cambia tu lugar de residencia, se echa de menos el deporte cuando por motivos físicos no puedes volver a practicarlo, y se echa de menos una casa, una pandilla, e incluso alguna que otra melodía que nos lleva a situaciones queridas por nosotros en algún momento pasado de nuestra realidad...sí, siempre estamos añorando, desde que nos levantamos hasta el instante en que nos entregamos al sueño, buscamos en las estanterías del fuero interno aquello que alguna vez nos hizo felices y hoy es sólo sueño y tiempo pasado.



Echar de menos...eso es lo que a mí me pasa cada vez que te miro, Esperanza, o acudo a tu encuentro en cualquiera de esas calles que sólo recorro en Martes Santo, y lo que siento cuando alguno de los tuyos me recuerda lo que compartimos bajo tus entrañas, por las que sigo viviendo en la distancia, o lo que experimento cada vez que se arrían los cuatro zancos de la Custodia en la mañana del Corpus, desde que suena el llamador para abandonar su paso, en ese Jueves que sólo tiene Granada. Echar de menos es la causa de que mis ojos se llenen de lágrimas al mirar de soslayo a Maravillas, cuando mis pies me llevan a san Pedro en donde tantas cosas ya he vivido. Echar de menos es no ver más la calle Mulhacén desde los respiraderos de Nuestro Padre Jesús Despojado, aunque no duela. Echar de menos es no poder tocar los pies del Sagrado Protector , situados a la izquierda de tus ojos, cuando la cruz se hunde en el calvario de lirios antes de que su cuadrilla se disponga a ponerlo en la calle. Echar de menos...es escuchar esa marcha de palio, "la Saeta", y no estar debajo de la que me permitió estrenar mis esfuerzos costaleros; aunque eso, pensándolo bien, este año que entra no lo sentiré, este año que entra no, no sabré lo que es echarte de menos, y espero que nunca vuelva a saber lo que eso significa...este año, Madre, no tendré que mirar una fotografía de Viernes Santo, y echar de menos...

Comentarios

Entradas populares