sobre Fray Luis de Granada...
Sobre su pedestal, nos da la bienvenida cuando, desde cualquier acceso, bien sea Carnicería, bien sea Jesús y María, nos acercamos a la belleza centenaria de la iglesia de Santo Domingo. Él, desconocido para muchos de los granadinos que ni reparan siquiera en su presencia, de tantas veces como se pasa a su lado, camino del trabajo o de la casa, todo aquel privilegiado que viva por los alrededores del Realejo. Es uno de los ilustres personajes de esta ciudad, que tanto sabe de figuras olvidadas, aunque no seré yo el que reúna su historia en esta ventana, ya que esa labor es más de alacenas o conventos, pero sí me gustaría acercarme a lo que fray Luis de Granada, que así se llama el representado, vive a diario de Lunes a Domingo, de Enero a Diciembre, en ese emplazamiento del que dispone para testimoniar el devenir diario de su barrio.
Sobre su cabeza revolotean los pájaros que sirven de banda sonora a los amaneceres y atardeceres de la plaza, y sufre las inclemencias metereológicas en forma de lluvia y viento, en las estaciones como la que nos ocupa en estos dias, y el calor más insufrible en las tardes estivales de Granada. Algún balonazo se habrá llevado su figura, procedente de los niños del realejo que, ajenos a su historia, emulan a los Cristiano y Messi en su mayoría, aunque puede que alguno se acuerde de Geijo, en los partidos improvisados en el adoquinado. Los alumnos del colegio mayor adyacente a la iglesia, y las alumnas del que hay enfrente, no reparan en él cuando, carpeta en mano, emprenden el camino de ida o de regreso a facultades y escuelas de esta Granada académica, mientras que las ancianas del barrio se asoman a sus balcones con la mente puesta en otros menesteres...eso durante el año, claro, pero es que hay una semana...
...Hay una semana al año en la que fray Luis de Granada oberva y aprende de colores de hábitos, hasta tres, de las hermandades que residen junto a él; morados y blancos, negros, blancos y rojos, inundan de color en los días pasionales el barrio que él habita, y es entonces cuando se le olvida todo lo demás; se decica a admirar las labores costaleras en las salidas y encierros, la corrección de los tramos, el sonido de las bandas, la diversidad de estilos, la riqueza de las tallas,...asistiendo a la Última Cena, en la que él se encuentra tan cerca del Señor, y de la Victoria de su Madre...¿se habrán fijado sus costaleros, sus nazarenos y camareras, en la estatua de toda la vida cuando muere la estación de penitencia?...Él sabe del buen hacer de la agrupación musical del Martes Santo, de la sobriedad de la Virgen y la elegancia del misterio, e incluso le gusta lo distinta que resulta el Viernes Santo, cuando la algarabía de las bandas de música se torna en capilla y en silencio; él ha entonado con la Armada Española la Salve Marinera en honor a la Virgen del Rosario, toda dulzura, y ha escuchado cientos de veces a los que mandan los cambios bajo el Cristo de las Tres Caídas, y ¡cómo le gusta ver la plaza llena de gente!, cuando Granada recibe a sus hermandades. Él sabe de todo esto, y de la ilusión infantil junto al Niño Jesús al que tanta devoción le tuvo él en vida, y de la historia que nos muestra la Virgen de Lepanto cada doce de Octubre; él sabe de Granada, faltaría más, y de sus tradiciones y sus cosas, pero seguro que no supo, el bueno de Luis de Sarria no supo, que la ciudad que lo vió crecer le iba a regalar, para siempre, la belleza de la Semana Santa en el Realejo...
Su impertérrita estampa en la Plaza cada Domingo de Ramos es una de esas cosas que se le quedan a uno grabadas en la mente para toda la vida. Está puesto de espaldas a la puerta del templo para ver venir el "buque" desde Jesús y María rompiendo la espuma de costales con la quilla... casi ná.
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