18 de Diciembre...






No hay nada como explicarte al acercarse a tu rostro
lo que se siente por dentro al subir los escalones
que preceden tu semblanza.

No hay como ponerse las galas de los domingos
para acudir a Santa Ana
y, en brazos, a nuestro hijo,
explicarle los motivos
de ir a besarte, Esperanza...

No hay nada, créeme, más vivo,
que la oración musitada
entre dientes, sin palabras,
ante tus ojos serenos;

no hay amor más verdadero,
no hay razón más poderosa,
que la de acudir "in situ"
a comprobar por tí mismo
cómo te ponen de hermosa...

No hay razón que explicar pueda,
al que no entienda los términos,
que una Señora, en su casa,
reúna tantos devotos,
foráneos, gente variada,
las abuelas con sus nietos,
las orgullosas vecinas,
que cuentan al que oírlas quiera
la historia, bien aprendida,
de que su Madre, Esperanza,
es además de su amiga,

la que observa sus quehaceres
y protege a sus familias,
la que vela por su tierra,
la que cuida de sus niñas,
la que solloza una tarde
de Semana granadina
en pos de su Gran Poder
que en "ná" se lo crucifican...

No hay más Martes en Granada
que el que amanece en Santa Ana;
no hay más placer que mirarte,
no hay verdad más consensuada,
no hay piropo más hermoso
ni canción más afinada;
no hay dulzura más bonita
que la, en tu cara, tallada,
no hay ciudad más orgullosa
que la ciudad de Granada
cuando al caer de la tarde
se abre la puerta cerrada
y salen tus nazarenos
en parejas ordenadas...


No hay Plaza más señorial
que la que espera callada
para estallar en aplausos
cuando salvan la portada
tus hermanos costaleros
con su labor entregada;
ni hay voz que esté más templada,
que la de ese capataz
que, con órdenes pausadas,
quiere separar los muros
para sacarte, Esperanza...

Y no conozco en la tierra
hombres más afortunados
que los que escuchan debajo
los vítores y los ánimos,
mientras paseas por la calle,
dosel afiligranado,
y recoges las preces
de los que esperan mirando
lo bonita que Tú llegas
sin querer estar llegando,
sobre esos hombres de acero
que van, por Ti, trabajando,


porque cures sus heridas
porque cuides de sus vástagos,
porque les des, en la vida,
motivos para ir tirando
mientras el palio se mece,
muy cortito y paso a paso,
buscando el aire del Martes
que, sin Ti, no sería santo...

No hay cosa más elocuente
que tu mirada dormida,
no hay nada que más nos guste
que ir contigo de visita,
no hay nada más granadino
que la puerta de tu ermita
abierta de par en par
y Tú dentro, "arreglaíta";

No hay más verde que tu manto,
no hay más manto que este cielo
que nos ampara ahí arriba,
no hay más cielo que tu palio
cuando vas, en Él, mecida,
y no hay más palio, Esperanza,
que el tuyo de recogida...

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