Ocho de Diciembre...
Siempre me has parecido sublime, Señora, hermosa como ninguna sobre tu paso de palio, "el más romántico de Granada" como dice un amigo de esta Ventana, cuando el Domingo de Ramos te visten de gala para el anual paseo por la ciudad. Siempre, desde que mi madre me descubriera tu existencia, detrás del Señor de la Sentencia, callada, humilde y primorosa, todo lo mío tiene que ver, de alguna manera, con la Iglesia en la que vives, y en la que se escribieron las primeras páginas de mi costalería, de montaje de pasos, de historias de sacristía cuando la curesma la hace ser el horno donde se cuecen las ilusiones de tus hermanos, con la mirada puesta en la puerta que se abre.
Siempre te he visto bella, pero hoy, hoy estabas radiante, mirando desde la claridad de tu templo a todos los que tuvimos a bien dejarnos caer por tu morada, y me has vuelto a enamorar, aun más si cabe, de esas lagrimillas que surcan tu cara y te hacen casi niña...el azul te sienta como a nadie, Maravillas, y eso lo sabe tu vestidor, que te pone como nunca te han visto en esos lares, cuando llega la Inmaculada y te vuelves aun más cercana, más accesible, y más humana...
Eran las una y media del mediodía cuando atravesé, de nuevo, las puertas de san Pedro, con la mujer con la que no hace mucho las cruzara recién casado, y el frío ya se hacía notar en el interior, que para eso es el Darro y es Diciembre...tu mano invitaba a la caricia, a rozarla suavemente, y abandonarte al silencio que se crea entre el que te mira y Tú, para hablarte sin palabras, y quererte sin descanso; no es posible no creer en Tí si te ven ahí, esperando al que quiera venir a verte; no es posible mirarte y no comprender la injusticia del que, a pocos metros enfrente tuya, sufre la Sentencia por nosotros; no es posible ser cristiano y no conmoverse con tu rostro, no es posible ser humano y no llorar contigo, no es posible ser granadino y no conocerte, Maravillas...
No es posible descubrirte y no querer saber más de Ti, como el que ve por primera vez a la persona amada, así se me antoja el momento en que alcancé a llegar hasta a Tí, porque fue verte y desear volver a hacerlo al día siguiente, y al otro, y siempre...Maravillas, siempre me he sentido afortunado de conocer gente que te cuida, de sentirme agusto entre los que te llevan, o te han llevado, entre los que montan los altares que Tú presides, y los que marcan los caminos de tu hermandad; siempre me he sentido afortunado por haberte llevado yo a la calle, siempre me he sentido afortunado de tener cosas que sólo he compartido contigo, Tú y yo, y los años de historia que me muestras. Siempre, Madre, necesito volver hasta tí para reencontrarte, y ver en tus ojos el niño que fuí, el hombre que soy, y pedirte, de nuevo, por los míos. Cuidas de todo lo que me parece importante y yo te lo agradezco, Maravillas, besando tu mano un ocho de Diciembre...
Comentarios
Publicar un comentario