La más hermosa mujer que hay en Sevilla...

Al sol calentito de la mañana, apetece un paseo alrededor de las murallas de las que tanto se ha hablado, y se hablará, por lo siglos de los siglos, muy cerca de los muros que le sirven de casa a la más hermosa Mujer que hay en Sevilla. Acerca de Ella, de sus dominios, de las cosas que ha hecho y que ha protagonizado se han llenado páginas y páginas, se han editado multitud de vídeos, se han realizado fotografías, e incluso la Señora de san Gil ha realizado sus "cameos" en alguna que otra película de cine. Desde esos muros de los que antes os hablaba, Ella se encarga de manejar los hilos de la Sevilla que le entrega todo cada día, cuando sus hijos pasan cerca suya camino del trabajo, o de cualquiera otro de sus quehaceres, y siempre tiene tiempo para ellos, bien sea desde lo alto de su camarín, hacía donde se elevan las miradas, bien sea desde el suelo del templo, ese dieciocho de Diciembre de besamanos macarenos.




Al acceder a la basílica, ya se presiente la grandeza de los anfitriones, todo sabe a Sentencia, a Rosario y a Esperanza, nada más cruzar el dintel de la puerta, e incluso segundos antes, cuando la cerámica sevillana nos dice sin palabras quién vive allí, por si alguno no lo sabe. El bullicio sempiterno de los aledaños, el ir y venir de gente de acentos diferentes, las lágrimas de las mujeres del barrio, que a pesar de verla a diario, tiene cuitas nuevas que entregarle, y las más veces acude el llanto a la cita...desde lo alto del altar mayor se presiente su cálido aliento, el que nos lleva hacia Ella, atraídos desde las más dispares zonas del mundo.




El visitante pasea siempre por la iglesia, centrando su mirada en el camarín de la Virgen, sin darse cuenta la mayoría de ellos, de que a la izquierda Nuestro Señor cumple siempre con nosotros, cuidando que nada ni nadie nos perturbe, mientras la Esperanza nos sigue cautivando.




Hay un resplandor que ilumina a todos los que se acercan a Ella, guiados a lo largo de la nave central, que nos invita a subir los escalones que nos separan de su rostro, el único motivo que nos ha llevado hacia Sevilla, por lo menos en estos momentos que le hemos dedicado a la Esperanza. De camino al camarín, más azulejos nos recuerdan que estamos ante una de las imágenes que más devoción inspiran, sobre todo por la cantidad de gente que nos acompaña durante el breve recorrido que nos llevará, por fin, cerquita de la Macarena, para que podamos decirle todo aquello que llevemos guardado en el interior y que, por lo menos en mi caso, luego no podremos decir de tanta emoción como nos inundará el espíritu. Conforme subimos a su altura, el vello se va erizando, el pulso se dispara y la taquicardia parece más cerca, todo el cuerpo pretende tranquilizar a la mente preparándola para el momento, y de pronto aparecemos ante Ella, fijándonos en principio en su manto de "andar por casa", y rápidamente constatamos qué es lo que ve la Esperanza desde su mirador, y qué es lo que se debe sentir cuando todo el mundo viene, veinticuatro horas al día, a conocerla o a reconocerla, a mirarla, a soñarla, a quererla, a suplicarle, a suspirar ante Ella, a llenarse de gozo y a quedarse absorto mirando la maravilla que se asoma a un espejito, en el que vive, apenas un momento fugaz, la más hermosa mujer que hay en Sevilla...

Comentarios

  1. Me has emocionado amigo, es precioso lo que has escrito. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea. http://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/

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  2. Y cuando la tienes cerca, apenas te salen las palabras o los pensamientos para rezarle de lo bonita que es...

    Genial, abuelo. Así es.

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  3. A Pepe:

    Gracias amigo, eso se intenta cada vez que se pone a uno a escribir, emocionar a los que leen y hacerlosd partícipes de sus sentimientos que, en algunos casos, descubres que son comunes.

    Un abrazo desde Granada

    A Monaguillo:

    Que quieres que te diga, si es que tú y yo con esto de las "Esperanzas" tenemos la batalla perdida...

    Un abrazo

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