Ya todo está igualado...
Hoy es Lunes, ese día de la semana en la que, una vez al año, Tú tienes a bien pasearte por Granada, y comienza la rutina de trabajo, plantemamientos y presupuestos, proveedores y paquetería, en el puesto de trabajo que vengo desempeñando desde hace casi tres años, y comienzo acordándome de lo vivido la semana anterior, cuando en las jornadas del Jueves y Viernes, respectivamente, tu cuadrilla y la de tu Madre iniciaron su andadura en la preparación a lo que será una nueva Semana Santa, y estoy contento: lo estoy por diversos motivos, por ver como se van cumpliendo Lunes Santos a vuestro servicio, por volver a ver las caras de los que compatirán sufrimiento contigo en esa bendita oscuridad a la que nos entregamos por gusto, devoción, afición,...y voluntariamente para decirle a Granada que Tú moriste por nosotros, y las razones por las que tu Madre viene llorando detrás, concentrando bendiciones para entregarlas a los que van debajo de su manto; contento porque clarean mis canas de tanto ceñirme el costal, porque sigo poniéndome nervioso cuando doblo la esquina de Alhamar, y porque me gusta saborear la incertidumbre de las novedades en la cuadrilla que me vió nacer, y que abandonaré algún día para engrosar las filas de mis hermanos nazarenos. Estoy contento, porque viví un acto de madurez en labios de mi capataz, porque viví cómo nos callamos los allí presentes para escuchar sus preocupaciones, y viví como se agrandó el respaldo que tiene por parte de todos nosotros, y es que cuando alguien abre su corazón sólo queda callar,...y aprender. Yo aprendí el Jueves una lección de hombría, de aceptar un golpe que le vino sin querer, que no vió venir, y que le va a servir, perdón, nos va servir, para crecer como cuadrilla, él desde su posición y nosotros desde la nuestra, para seguir en la línea y mejorar día a día ese andar que nadie tiene en Granada. El Jueves ví a una persona exponer las directrices a seguir por los de abajo para esta cuaresma, una vez más, de cara al paseo anual que la Señora de Consolación gusta darse por su ciudad pero, además, ví a un capataz poniendo soluciones, a un grupo de personas que va ganando en compañerismo, a una hermandad orgullosa de un trabajo, a un amigo contándole a otros un problema que no es tal, y a mí, después de tantos años entre esas paredes, sumando un motivo más para estar contento...qué orgullo estar ahí, y poder pasearlos por Granada.
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