La noche

La noche, desde casi el comienzo de los tiempos, ha estado ligada a extraños sortilegios, aquelarres, lugares misteriosos y personajes fantásticos, tales como el hombre del saco o el "coco", que amenazaban nuestra inocencia en boca de nuestros padres cuando no hacíamos lo que de nosotros requerían. Luna llena, aullidos de lobo, vampiros, zombies e infinidad de monstruos salían de sus respectivas guaridas cuando el sol acababa su ciclo diario y la oscuridad empezaba a apoderarse de la tarde.
A mí nunca me gustó la noche, supongo que debido a mi carácter asustadizo y bonachón, nunca fui amigo de los lugares a donde no entraba ni un resquicio de luz y las pesadillas hacían mella en mí como los mosquitos en la sangre, inundando mi mente y estorbando mis sueños desde muy temprana edad y hasta poco antes de empezar la pubertad, por lo que mi humor cambiaba conforme lo hacían las horas del día, en lo que a mi infancia se refiere...

Ya de adolescente, la noche fue la compañera de mis salidas con los amigos en pubs que ya no existen y en los que viví momentos memorables y otros no tanto, siempre al amparo del rock español, y de los compinches de "nocturnidades" que quedaron relegados hace tiempo a un número en el móvil al que nunca llamo, y a un enlace en redes sociales que no suelo mirar, pero que en aquella época fueron para mí verdaderos pilares con los que sustentar los cimientos de la personalidad que se empezaba a fraguar. La noche me ayudó a mirar de otro modo a las mujeres, a decir palabras al oído de alguna, a mirar de reojo a muchas y, a otras, no poder ni siquiera aguantarle la mirada. La noche, amiga de los poetas, de los tunos y los trasnochadores, compañera del alcohol en cualquier garito, a cuyo amparo se han robado besos, se ha cantado, se ha gritado y se ha descubierto esa otra cara de Granada que todavía hoy sigue siendo reclamo para estudiantes y turistas y quebradero de cabeza de aquellos conciudadanos que viven sobre las zonas de "marcha"..."Luz de gas", "Picadilly", "La taberna del Irlandés", "Taifas", "Cue", "La Barraca", "Amadeus", "Marilyn", "Tebeo", "Cucha", "Glass", "Terminal", "Barra2", "1º A", "el Tres", "El ave turuta"...y un largo etcétera de lugares "tan gratos para conversar" han servido para evadirnos de la rutina del colegio, del instituto, de la facultad,...en donde las copas servían para hablar del resultado del partido que habíamos jugado en la tarde, las anécdotas que se habían producido durante la semana, para reírnos, para abrazarnos a los amigos cuando se brindaba por cualquier cosa, y para invitar a la niña que te gustaba y que, la mayoría de las veces, pasaba de tí tela marinera.

Esas noches, en las que me da a mí que hacía menos frío que ahora (os es que no lo notábamos), me sirvieron para empezar a no tener horario, para descubrir muchas cosas, para entregarme a la adolescencia, abandonar la infancia, y recorrer la ciudad de bar en bar buscando a los de siempre, a gente nueva, o simplemente tomarte una copa en donde sabías que te trataban bien sólo por el hecho de acudir cada sábado por la noche a empezar el fin de semana de una manera diferente y que ahora veo muy lejana.

Hoy, que la noche en Almuñécar está un poco de aquella manera, me ha dado por acordarme de aquellos momentos, de aquellos "antros", de aquella gente, y ha vuelto a asomarse a mis labios una sonrisa, ahora que la sala Príncipe ya no es lo que era, que Granada 10 murió, que el Fórum no me llama, la Mae West no se enriquece con mis consumiciones y que los bares de siempre sólo sirven para recordarme que me estoy haciendo viejo.

Alzo mi copa y brindo con vosotros por la noche, esa que hace que un novelista accitano se recuerde sólo por dar nombre a la calle por excelencia de la "movida" granadina de los 80-90. Yo salí por Pedro Antonio, y vosotros...¿cual es vuestra noche?...
fuente fotografía: www.hipersonica.com

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