Calles...

Cuando, alumnos de la cátedra del romanticismo más a flor de piel, nos decidamos a empaparnos de ciudad, siempre nos quedarán tus calles...

Cuando, hartos de oscuridad de apartamentos, de solitarias esquinas de bulevares y luces amarillas sobre las aceras busquemos la soledad de tu historia, siempre nos quedarán tus calles...

Cuando, huérfanos de paz y de sosiego, queramos huir de los muros de nuestras oficinas para abandonarnos en la tranquilidad de un río que discurre entre conventos, siempre nos quedarán tus calles...


Cuando, disfrazados de poetas y escritores, ansíemos la musa que tu nombre esconde para que la encuentre el que sólo sepa buscarla, siempre nos quedarán tus calles...


Y cuando, al fin, deseemos mostrar al mundo la razón de tanto orgullo, el motivo por el que el brillo se asoma a los ojos cuando hablamos de tí, la causa de la fluidez de palabras ante tu sóla presencia, por supuesto, siempre nos quedarán tus calles...

Tus calles, para cuando la vida nos castiga con la distancia...

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