Qué te digo...
¡Qué te digo!...sentado aquí, en esta sobremesa en la que todo me sabe a tí, cuando revolotean los dedos sobre el teclado del ordenador amontonando ideas sobre las que se ha de ir construyendo nuestro futuro, sobre las que se asienta nuestro sólido presente, a pesar de que el pasado ha intentado en no pocas ocasiones acabar con esto que tenemos por encima de todas las cosas.
Cuando empezamos, tú lo sabes bien, nuestra relación fue una lucha continua contra los que no querían vernos juntos, vete tú a saber por qué intereses, y que fuimos ganando con honestidad y apretando fuertemente nuestras manos. Una lucha ganada, como los buenos, a base de sufrir en algunas batallas de cuya derrota sacamos las conclusiones necesarias para, al final, vencer en esta guerra de la que, gracias a Dios, sólo quedamos tú y yo, que los ojos se abren con el tiempo aunque cueste dolores su apertura. Esa lucha, olvidada y enterrada, fue el inicio de una historia que hemos ido escribiendo cada día, con momentos dulces y amargos instantes, con sus miles de lágrimas, sus toneladas de sonrisas y una colección flamante de caricias que ahora tendremos que compartir con alguien más, y de eso quiero hablarte...
Tú sabes, en estos años que llevamos juntos lo has podido llegar a comprender, que soy de palabras escritas más que habladas; temeroso del encuentro frontal, del enfrentamiento directo con la situación, soy más de esperar a ver qué pasa para luego tomar las decisiones oportunas...por eso he tardado tanto en escribirte. Por eso he preferido esperar, una vez más, el momento justo para contarte las cosas que ya sabes, pero que me gusta compartir con mi gente, aunque a tí no te guste demasiado verte en esta ventana que tanto necesita de historias como ésta, y por eso creo, que tras verse cumplidas las treinta semanas de embarazo, ha llegado la hora de hablarte, de animarte, cuando empieza la cuenta atrás para que nuestra hija esté junto a nosotros, y tú empiezas a pensar en el momento del parto, con sus complicaciones, llegando a evadirte sin pensarlo y mantener el ceño fruncido y la preocupación inmersa en el tono de voz y la mirada. Hoy quiero decirte que todo esto merece tanto la pena, es tal la magnitud del proyecto que tenemos entre manos, que no nos merecemos que la preocupación se instale en nuestra casa, que todo va a salir tal y como ha ido transcurriendo, sin una alteración, sin nada que empañe los maravillosos meses que llevamos viviendo, ilusionados con todo lo que tiene que ver con ella, y que cuando menos te lo esperes la tendrás en tus manos y ya sí que tendremos preocupaciones para que nos alteren el sueño. Piensa que siempre estaremos ahí tú y yo, como hemos estado hasta ahora, velando uno por el sueño del otro hasta que nos fallen las fuerzas. Y así, cuando dentro de unos meses esto haya concluido y nuestra familia se vea aumentada como la de tantos de nuestros amigos, sólo tendremos que cuidar de que ella reciba el cariño que a sus padres nunca les ha faltado; diez semanas solamente, y el esfuerzo se verá recompensado...
Así, sin más... la Verdad Verdadera... Salud que nos os falte nunca... ¿¿y que le vas a decir, chiquillo??.. si ya se lo has dicho tó...
ResponderEliminarPreciosa entrada, muy valiente... como tienen que ser las cosas...
Gracias Abuín, un abrazo...
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