Perdónanos...

 
Perdónanos si, en nuestro vehemente deseo de cofradías en la calle, en la necesidad de altares de cultos de exornos imposibles, si en nuestra búsqueda de luz en las jornadas de la Semana Santa, a veces olvidamos que tú has de consumirte para que todo sea como debe ser. Perdónanos, porque nos afanamos en colocarte precisa y ajustada, en esa perfección milimétrica de las candelerías de los pasos de palio, para luego encender la mecha que será tu fin a medida que avance la estación de penitencia.
 
Nosotros, los cofrades, no escatimamos para adquirir la mejor de las de tu clase, buscamos siempre la que más se ajuste al carácter de nuestra hermandad, sopesamos el peso de los cirios y hasta nos detenemos unos segundos en disfrutar de su aroma, mientras se van abriendo las cajas y son colocados con primor para iluminar el camino a Cristo y a María. Ponemos velas en los candelabros de guardabrisas, derretimos los recortes de otros años para fijarlas  y adquirimos las hachetas mejor preparadas para flanquear las cuatro esquinas de los pasos de nuestros crucificados y, perdónanos, no nos paramos a pensar en que la belleza de la estación de penitencia, la magia del olor, de la imagen, pasa porque tú te consumas, poco a poco, para mayor regocijo de los que, expectantes, asistimos embobados al discurrir de nuestras hermandades siempre en el mismo sitio que el año anterior.
 
Pocos de los que hemos cogido un cirio alguna vez, de los que guardamos como oro en paño la flor de cera que cogimos tras desmontar el paso de la Virgen, de los que hemos acercado la mecha al apagado cirio de nuestros nazarenos, de los que hemos encencido una candelería, o unos ciriales, nos hemos parado a pensar que sin tí, la Semana Santa no sería como la conocemos. Es curioso que, hablando como hablamos de cofradías en tertulias improvisadas en cualquier sitio, nunca nos hayamos parado a meditar acerca del papel desempañado por la cera que esperamos se consuma sobre los pasos de nuestros titulares...es curioso que el cerero, por consiguiente, debería ser parte importantísima de nuestras charlas pero, sin embargo, ni al uno ni a la otra prestamos atención cuando, he ahí lo curioso del tema, un palio sin candelería, p.e, sería cualquier cosa menos palio...Espero, como todos los contertulios de mis reuniones cofrades, que ni la lluvia ni el viento apaguen la llama que habrás de estrenar dentro de poco y que, para mayor satisfacción del que suscribe, tardes en consumirte exactamente el tiempo en que mi Semana Santa necesite para existir. Perdónanos, por esperar tu sacrificio...

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