Chupetes...


Deambulan por nuestras casas, siempre sobre el capazo del Moisés, en el carrito, o en cualquiera de los muebles que, a buen seguro, han perdido el lustre que tenían antes de que estos pequeños objetos empezaran a rodar por sus encimeras. Da igual el color que tengan, si tienen un nombre que los personaliza, da igual el número que precise el portador, todos y cada uno de ellos pertenecen a esos pequeños seres que empezaron a robarnos el corazón nada más enterarnos de que iban a venir al mundo para compartir nuestras vidas con nosotros.

Los chupetes, nos hacen felices precisamente porque son suyos, y necesitamos escuchar el sonido que se produce cuando son utilizados en el silencio de la noche, ya que eso significará que el dueño o la dueña duermen plácidamente y nada enturbia sus pequeños sueños; aunque no sólo por eso, sino que también nos podemos sorprender asomados a la cuna, embobados, observando cómo unas manecillas lo cogen torpemente e intentan llevárselos a la boca sin conseguirlo, al menos de momento.

Los buscamos cuando el llanto de nuestro bebé inunda el espacio a fin de que cese su mal rato, aunque no siempre lo consigue calmar, y lo limpiamos mil y una veces bajo el grifo para que ningún germen invada la intimidad recién estrenada de nuestros vástagos. Los chupetes tienen alma, ya que se la presta el portador hasta el punto de que no concebimos verlo ya con otro, como si otro distinto fuera a cambiar en algo el día a día de los reyes de la casa. Yo, desde hace casi seis meses, vengo viendo chupetes en mi casa, y os puedo asegurar que es una alegría inmensa el poder recogerlos y colocarlos junto a ella, para que su mano recorra la cuna hasta encontrarlo, señal de que todo discurre con la normalidad que habíamos deseado, y que los nubarrones hace tiempo que abandonaron nuestro cielo, pero no va por ahí la entrada de hoy. No, la entrada de este lunes va dedicada a Jimena, una sevillana con nombre castellano, a la que espero conocer muy pronto porque no me hallo sabiendo qe existe y que las circunstancias todavía no me han llevado hasta ella. Va dedicada a Ana, otra sevillana que vino al mundo sabiéndose querida y deseada por sus padres, a los que tanto aprecio y añoro. Va dedicada a Miguel Ángel, hermano de Mario, cuya sangre huele a incienso de Viernes Santo y al que, seguro, veremos muy pronto corretear con su hermano jugando a ser costalero como su padre y su tío. Y, no por ser la última menos importante, va dedicada a María, que no quiso venir un sábado para no "fastidiarle" a su padre su palio en la calle, pero llegó al siguiente "fastidiándole" una gloria; cosas que sólo pueden pasar en Granada...además, va por vosotros, Mercedes y Carlos, Ana y Antonio, Almudena y Miguel Ángel, Marisa y Lolo, que ya sabéis ,como yo, lo bonito que es escuchar a cualquier hora el sonido que tienen los chupetes...

Comentarios

  1. Pufff... uno de los sonidos que jamás se olvidan. Tremenda la entrada. yo hace ya 20 y 17 años que no escucho prácticamente ese sonido, pero no se me va de la cabeza. Así que te entiendo perfectamente... a veces, es más, me volvería a gustar escucharlo de nuevo... en fin... la vida...

    Un abrazo...

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  2. Sólo puedo decirte que la familia que tengo en Graná es de muchos kilates!! Mi corazón siempre navega en los lugares donde La Perla Negra se hace fuerte y se siente como un estilo de vida.

    Bendito seas, tu y los tuyos, tu Perla sevillana te espera y necesita una visita tuya... Salud xra criar a tu retoño y nos vemos pronto hermano.

    Puli

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