Atardecer...
Atardece en la ciudad de la Alhambra, el sol se va dejando caer llenando de contrastes y luces rosas el cielo inmaculado de Granada, mientras los miles de turistas se afanan en captar la belleza del momento, resaltado por un americano en su cuaderno de bitácora. Burlón y esquivo, el sol se despide de nosotros sin querer dejarse fotografiar, acaso dejando para nuestra imaginación su forma y su tamaño, pero sin que lo veamos del todo ahora que la fuerza de su luz mengua tras los montes y casas del Albayzín, y me pregunto si realmente Granada es más bonita ahora que atardece, o por el contrario cada hora de la ciudad tiene algo especial aunque el calor y el frío extremos no inviten precisamente a pasear por sus calles. Desde mi privilegiada atalaya, diviso perfectamente el bloque de la iglesia de san Nicolás, en la que cientos de paseantes deseosos de Granada se agolpan tras el murete que separa la plaza del abismo e intento imaginarme qué es lo que piensan sus mentes, observadoras e inquietas, ante la magnificencia de lo que se asoma a sus retinas. Si es la primera vez, pocas palabras acertará a hilvanar su intelecto, mermado por el cansancio de la subida hasta allí y por la vista que se extiende ante sus ojos. Si ya lo han visto con anterioridad, quizá su mente recuerde las veces anteriores y sus ojos jueguen con la perspectiva del paisaje por si pueden descubrir nuevas e interesantes formas que se les escaparon, por lo efímeras, en la anterior ocasión. Sea como fuere, Granada se abre como un libro de aventuras al visitante, y será éste el que deba descubrir entre sus páginas todo lo que se esconde a cada renglón de piedra de su historia. Será él el que deba empaparse de todo lo que ella puede ofrecerle para divulgarlo después a sus paisanos, será él quién deba observarla discretamente evitando, ante todo, enamorarse.
No conozco a nadie que, viniendo a Granada por cualquier motivo, no haya deseado quedarse a vivir en ella, y por Dios que algunos lo consiguen, volviendo a nacer el día exacto en que adquirieron su vivienda granadina. No conozco a nadie que no la llame en sueños cuando un resquicio de locura le turba mientras duerme; no conozco a nadie que no sea de su país, de su ciudad, y de Granada...no sé qué tiene Granada, pero si sé lo que no tiene...réplicas en miniatura para poder llevarla donde quieras.
Atardece en Granada, el sol se despide finalmente, y con la llegada de la noche, se abre la puerta para los soñadores...
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