Casi nueve...
Casi nueve, tu crecimiento sigue su curso y conforme pasan los días, Candela, los oscuros nubarrones que se formaron sobre nosotros cuando tú viniste a este mundo, se van disipando y ya empiezan a verse, cada vez más claros, los rayos del sol que nos devolverá a la vida que siempre soñamos para ti y que se ha visto pospuesta por indeseables circunstancias. Tu madre y yo te vamos viendo crecer a diario, así que no notamos los cambios de una forma tan impactante como tus abuelos o tíos, que se sorprenden con tu tamaño y con lo espabilada que estás cuando vamos a verlos las dos veces por semana que nos deja el trabajo de tu madre. Ellos, que esperan ansiosos verte entrar en tu carrito por las puertas de casa, también ven con optimismo esta recta final de todo, y al ver la luz al final del túnel todos vamos estando más contentos.
Para tus padres, el verte feliz cada mañana ya es suficiente, pero siempre viene bien que las terceras personas que te van viendo regularmente nos digan que todo está perfecto, así que cada nueva cosa que haces es una doble alegría para nosotros, que te damos nuestro beso de buenas noches mientras nos sonríes. Gracias a Dios, todo aquello que pasó se quedó ahí, en un "pasó" que no ha enturbiado en demasía nuestra convivencia contigo, y el año que nos dieron de tregua para ver que todo salía como Él mandaba va pasando, hasta el punto que ya estamos en Septiembre, y todo está exactamente como habíamos deseado todos los que te rodeamos y queremos.
Me encanta verte a diario, disfrutar de tu día a día, sentirme un afortunado teniendo en cuenta que casi todos mis amigos se han quejado siempre de que se perdieron los primeros meses de sus hijos, porque siempre que llegaban a casa ya estaban dormidos. Ese no es mi caso, yo te tengo para mí, desde el momento en que te levantas hasta que te acuestas, incluso más que tu madre, que ya empieza a temer si no me vas a querer más a mí que a ella, como si una hija pudiera olvidar el vínculo sagrado que le une a su madre, y ella se siente feliz cuando le echas los brazos nada más llegar a casa del trabajo.
Sí, Candela, estamos tan felices que podríamos estar gritando todos los días y a todo el mundo lo que nos ha cambiado la vida contigo, y tan feliz me siento que sólo puedo darte las gracias. Gracias por todas las cosas que nos estás dando, gracias por la lucha y la entrega cuando fue necesario, gracias por tus risas, por tus juegos, por lo que te gusta estar con tus primos, por hacernos tan felices y sobre todo, gracias por estos casi nueve meses que ya llevamos juntos, aprendiendo la una de los otros a cada minuto que pasa en nuestras vidas...
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