De Gracia...
...Ayer por la noche, a eso de las nueve y media, se ponía en la calle una de las Vírgenes más bellas que posee la ciudad de Granada, y que se puede visitar casi a cualquier hora en la céntrica iglesia de Nuestra Señora de Gracia, que recibe el nombre de la advocación mariana que reside en ella. Ayer por la noche, la procesión, afortunadamente recuperada como celebración del cuatrocientos aniversario de la hechura, por Luis de la Peña, de la Virgen, recorrió las principales calles del barrio ante un gran número de fieles y vecinos que quisieron acompañarla en tan importante ocasión; y ayer por la noche, también, se recuperaron con su salida viejas amistades que nunca se perdieron, muchísimos recuerdos y anécdotas de las aulas del seminario, y vivencias de catequesis y confirmaciones en los sótanos de la parroquia; no en vano, todos los que tuvimos la suerte de formar parte directamente de la sucedido ayer, hemos pasado nuestro período del bachiller por los patios de ese colegio en el que Ella lo ve y lo domina todo, o hemos formado parte de los numerosos grupos en los que nos preparaban para la confirmación siempre celebrada en su iglesia.
Lo de anoche fue emocionante, muy emocionante, porque volvíamos a encontrarnos en la misma situación aquellos que la sacamos hace años, bien junto a la hermandad de la Esperanza cuando era esta corporación la encargada de nutrir con sus hombres de abajo las andas, bien como antiguos alumnos después, pero siempre con el mismo cariño y con la sensación de estar en tu casa cada vez que atraviesas la puerta de la sacristía. Fue emocionante porque a mí me emociona saber que tengo amigos que cuentan conmigo cada vez que hay que moverla, o que acuden sin dudarlo cuando eres tú quien los reclama; emocionante porque volvimos a los dieciséis años aquellos viernes por la tarde; emocionante porque casados, con hijos, con nuestra vida completamente alejada de Ella, acudimos de nuevo a su llamada con mucho tiempo de por medio y pareció que el tiempo no había pasado...
Anoche, mientras veía a la Virgen avanzar sobre los hombros de la gente de siempre, de nuevas caras y otras viejas conocidas, me acordé de muchas cosas, pero sobre todo me acordé de agradecerle a Ella permitirme estar ahí, a su lado, cuando el barrio la recibe, siempre ese ocho de Septiembre que esperemos no se pierda nunca más y junto a la gente que no para de trabajar para que sus cosas sigan funcionando.
Gracias a todos, y enhorabuena.
Las magníficas fotografías que ilustran esta entrada están realizadas por Juan Spiztley. Gracias, hermano, por tu colaboración.
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