Sombras...
Las vemos por todos sitios, nos invaden a cada paso que damos cuando el sol o la mortecina luz de un farol inciden sobre cualquier objeto dándole, sobre la pared colindante, un aspecto fantasmagórico a la imagen proyectada sobre ella. Cuando el sol está en lo más alto del cielo, las sombras se hacen más duras, recortándose los perfiles con más detalle y viéndose completamente nítida la imagen que, del objeto en cuestión, interpreta el sol. Por el contrario, cuando la luz es más difusa, filtrándose los rayos solares por las nubes del cielo, la sombra se va perdiendo y podemos jugar con esa interpretación, añadiéndola a la nuestra propia, para deducir qué es lo que realmente aparece ante nuestros ojos.
Desde niños, cuando jugábamos con una fuente de luz sobre una pared blanca a ver un perro, un conejo...u otra imagen más o menos bien representada, las sombras nos han acompañado, y siempre nos hemos servido de ellas para dibujar, fotografiar o hacer cine, dándole a la sombra un significado u otro según fuese la película de humor o de terror, y más de una vez una camiseta olvidada sobre el pomo de una puerta nos ha hecho sobrecogernos de terror al ver su sombra en la pared del cuarto proporcionada por la luz que se filtraba por debajo de la puerta. El caso es que, hace unas cuantas mañanas, me fui cámara en mano en busca de las sombras que aparecen en la ciudad, ya fueran de personas, arquitectónicas o de cualquier otra índole, cuando me dí cuenta de que, bien sea por mi afición casi desmesurada a la Semana Santa, bien sea porque estoy sugestionado por ella en cada cosa que emprendo, las sombras que encontraba siempre me recordaban lo mismo, y para muestra un botón...
"volverás a casa por el camino más corto"...¡feliz Lunes!
Por casualidad o por subconsciente... Genial la foto!
ResponderEliminarGracias Ricardo, me alegra que te gusten mis "parecidos razonables"...un abrazo
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