de esos recuerdos...

Me enamoré de tí, en ese aula en la que olía a plastilina y baberos de cuadros ensuciaban la tela a la par que despertaban nuestra imaginación, en ese mar de miradas furtivas y sueños ocupados, de pensamientos que volaban a una calle empedrada y daban a los rincones por donde tantas veces te llamé, en silencio,...me enamoré sin quererlo, como se suelen hacer estas cosas, sin pararme a pensar qué fue lo que me llamó la atención de tí, si tu sonrisa, tu mirada. tu voz, o tu conjunto, en esa época en la que tu cuerpo ni siquiera era cuerpo todavía, y mis manos estaban sucias por la arena del patio del colegio.

Me enamoré perdidamente, porque no hay otra forma de hacerlo, creo yo, y te veía en todas partes, a todas horas, siendo el día que faltabas a clase uno de esos insulso, que pasa sin pena ni gloria en el calendario escolar, y acababa preguntándome si faltarías también al día siguiente sonriendo cuando, al fin, te veía ocupar tu sitio que todavía me sé de memoria. Entre lecciones de profesores más o menos aprendidas, y pizarras desgastadas por el uso, entré en competencia directa con aquéllos que te tenían, también, en su mente, porque eras especial, aunque nunca llegué a librar batalla, protegido siempre por la barrera del "una retirada a tiempo es una gran victoria", aunque eso me llevara a no intentar nada, nunca...es curioso cómo esos amores, si es que le podemos dar ese nombre, tan pequeños como sus portadores, calan hondo en el alma humana y hasta duelen, como los grandes, sin que nada podamos hacer por evitarlo; nunca te abandonan, siempre permanecen en ese resquicio del alma-trastero en el que se guardan las cosas que alguna vez fueron importantes pero que, con el paso del tiempo, van cediendo el lugar a otras en la escala de valores del corazón, y que florecen, sin pedir permiso, tras una conversación de barra de bar, (almuerzo, café y copa), cuando te abres entero a la amiga que te escucha y que comparte contigo algunas experiencias similares; en esa barra, en la que se aúnan a un tiempo las ganas de hablar con las de escuchar, flotan palabras que se quedan ahí, en ese estrecho espacio entre una y otro, sin tener que volver a repetirlas. Es curioso, repito, cómo todos y cada uno de nosotros tenemos esos amores, esa novia primera, esa llamada a la puerta del estreno de los sentimientos, sin saber exactamente su significado, que cobra sentido con el paso de los años, y que se ven con una perspectiva muy diferente en la época de la madurez. 

Ella sigue igual, claro, la misma sonrisa, la misma mirada, tras la que se adivina la de esa niña que fue, y que te hacía sentir un escalofrío con sólo mirarte o dirigirte la palabra. Ayer me enamoré de ella, hoy quizás lo esté también, aunque ya sólo será de ésos recuerdos... 

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