Un milagro...
No sé qué hacer, contra quién focalizar mi rabia y mi desesperación, a quién culpablilizar de todo, por tantas cosas de las que ya he perdido hasta la cuenta. No he votado en las europeas, y creo que no lo haré en las generales; bueno, sí he votado, porque ése es un derecho que nadie me podrá quitar, aunque he metido en el sobre la palabra Esperanza, de la que tanto estamos necesitados, en lugar de las siglas de cualquier partido político que sólo se sirve a sí mismo sin importarle los que estamos votándoles.
Cada mañana, me asomo por la ventana de mi ordenador a la página oficial del colegio de ópticos, en donde, gracias a Dios, las ofertas de trabajo para Andalucía se siguen sucediendo casi a diario, reclamando puestos para Huelva, Sevilla y, sobre todo, Málaga y su maravillosa costa del Sol. El inglés hace ya más de cuatro años que dejó de suponer un problema porque, aunque no tengo B1 que me acredite, sí lo acreditan los incontables días que he pasado en la costa atendiendo eficazmente, para la empresa de "mredia" en la que trabajaba, a un variopinto público extranjero que te escupía su idioma nada más atravesar la puerta, y he tenido que aprender a "chapurrear" a pesar de que siempre he sido de los que se ha negado a aprender un vocablo extranjero si había una palabra española que lo definía. Por eso, ya no me da miedo lanzarme fuera de Granada, ya que el tiempo en que eso me asustaba se quedó atrás, en el saco de las ilusiones de trabajar en mi ciudad, por lo que cada día estoy más preparado para irme de nuevo; a fin de cuentas, me he pegado más tiempo fuera ejerciendo mi profesión alejado de la muralla nazarí que protegido por ella, por lo que no me va a venir grande tener que abandonarla de nuevo.
El caso es que, aunque tenga dos soles que me esperan en casa, cada día, cuando abandono este efímero puesto de trabajo que ahora tengo, somo conscientes, ellas y yo, de que acabado este período deberé volver a volar del nido, y he de escoger una ciudad que me apasione para que el trabajo no se me haga pesado y la soledad no me hunda en mis propios pensamientos; pero es que, aunque quiera, ya no es tan fácil trabajar, y empiezo a entender muchas cosas. ¿qué se hace cuando, entrevista tras entrevista, curriculum tras curriculum (impresos aun a sabiendas de que no servirán de nada), te vas de nuevo a tu casa con "no das el perfil" o "lo siento, pero buscamos a una chica" grabados a fuego sobre la piel?...yo ya ni siento ni padezco, pero ellas sí, y me ven a diario abatido sin poder ayudarme, y es que siento que se me está pasando el arroz y ellas no pueden alimentarse con palabras, con "te quieros" y con besos, aunque no hay nada más bonito para pagar tanta entrega total y desinteresada. El tiempo pasa, para mi pesar, en mi contra, y los noventa minutos del partido se van a cumplir sin que llegue el gol que me meta en la prórroga, empezando a estar harto de hacer entrevistas para nada, de mandar curriculums a empresas que no te llamarán porque el estado subvenciona a los jóvenes, mientras que a los "viejos" como yo de treinta y siete, los deja tirados y abandonados a su suerte. De poco sirve la experiencia cuando al empresario le pagan por contratar a un inexperto (aunque el inexperto tenga todo el derecho a trabajar y cuente con mi apoyo y respeto, aunque lo entienda porque yo mismo fuí un inexperto alguna vez, y me quejaba de que no me daban la oportunidad casi nunca, y ahora hemos vuelto al mismo punto, no me la dan tanpoco por ser demasiado experto...curioso, inconcebible, pero cierto...
Ahora que veo los días pasar desde una tienda a la que no entra nadie y que me ha dejado claro que nunca podré montar un negocio (entre otras cosas porque ya no soy un "joven emprendedor" para este gobierno, y el anterior, y el que vendrá), me ha dado por volver atrás en el tiempo y contemplar, que en el año dos mil, Martínez Ares repartía remedios y milagros en forma de coplas carnavaleras que, catorce años después, me hacen constatar que siguen de rabiosa actualidad y que los políticos, esos usureros de tres al cuarto, siguen siendo unos hijos de puta tuercebotas, sálvese el que pueda, o mejor, que no se salve...
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