como siempre...
Todo pasa y nada queda, salvo la certeza de que te vas haciendo mayor y nada es como lo recuerdas. Nuevas responsabilidades, bodas e hijos, van haciendo mella, sin quererlo, en esa persona que fuiste algún día y del que sólo van quedando imágenes translúcidas y borrosas que te hacen dudar si alguna vez fueron reales. En la rutina que se convierte la vida, pocas cosas quedan igual que siempre. Pocos momentos reservas a tí mismo para dejarte caer de nuevo por los lugares del pasado, por las amistades del pasado, por la vida del pasado, en ese trajín diario que nos mantiene ligados a un mundo que gira en torno a tu familia, mujer e hija, desde que sale el sol hasta que se pone.
No me malinterpretéis, que lo mejor que a uno le puede pasar en la vida es encontrar una pareja que esté contigo para todo y con la que puedas hacer algo tan maravilloso como darle vida a un ser humano que, además, se parece a tí en muchísimas cosas. Lo único que pasa es que, de vez en cuando, necesitas ser tú otra vez, reencontrarte con ése que dejaste atrás y que tienes abandonado, aunque sólo sea durante el corto espacio que hay entre un coche que arranca a la ida, y otra vez a la vuelta, mientras se come la A-44 en dirección a Almuñécar porque allí, entre sus playas, su aroma, su vida, sentado en una mesa con lo dos de siempre, comiendo tu dosis de comida "basura" de una vez al año, te sientes igual que siempre, mientras dejas que todo se quede en Granada, aunque no lo consigues del todo ya que los temas de conversación se desvían a ella y a lo que allí se deja. En esa mesa, se hacen planes para rutas en moto, se ríe mucho y se recuerdan todas esas cosas que algún día os hicieron juntaros y que, diecisiete años después de los primeros fines de semana en Sexitania, siguen vivos en el sabor de un perrito a la plancha en pan de baguette, en el de una hamburguesa de ternera completa, en la conversación siempre evocadora de otros ratos similares, y en el viaje de ida y vuelta poniéndonos al día porque, aunque no queramos, el tiempo pasa y ya hay que preguntarse por la salud más que por otras cosas.
De la jornada del miércoles deduzco que ya puede seguir la vida en su empeño de mantenernos distanciados, aun viviendo en la misma ciudad algunos de nosotros, siempre tendremos esos ratos y, cuando volvamos a encontrarnos, en alguna de nuestras "frikis" escapadas, podremos constatar que, ocurra lo que ocurra, ahí seguiremos como siempre...
Que bonito es siempre encontarse con lo que un fuimos y seguimos siendo en algún rincón del alma.
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