La luna lo sabrá...





Se pasa las noches mirándola, esperando de ella la consecución de un deseo que lleva tiempo anhelando, como si en la luz que refleja encontrara las respuestas a sus preguntas y lo viera todo claro, reflejada su vida en el fulgor blanco que emana la luna. Desde chica, por esas cosas de la vida, se pasaba las horas sentada en el balcón de su habitación, en esas frescas noches de verano de la sierra granadina, acompañada sólo por sus pensamientos. Ella fue testigo de sus primeros amores, de sus intentos fallidos, de sus triunfos y de sus noches en vela para estudiarse los exámenes de una carrera que, a pesar del esfuerzo, de poco le ha servido. A ella le contó en innumerables ocasiones lo feliz que le hacía el hombre que el destino le había puesto enfrente, pero poco se podía imaginar que le reprocharía tanto al destino ese encuentro, maldiciéndolo incluso, sintiendo los golpes de nuevo en su cuerpo cada vez que mira hacia adentro y lo vé encima de ella siempre para lo malo. La luna ilumina con su brillo las lágrimas que caen por sus mejillas, en ése único momento del día en que se permite ser débil, ya que durante el día su hija le exige fuerza plena y dedicación total, necesitando ser fuerte por las dos, mientras su cara pareciera la de una dolorosa iluminada por su candelería en cualquier noche de su Semana Santa, con multitud de puntitos luminosos recorriendo el suave tapiz de su rostro. 


Cada noche acude aquí, al mismo punto en el que se abandonaba a su interior en su infancia, y le pregunta a la luna el motivo de que todo haya salido al revés, de que el amor le haya rehuído de esa forma, de que la felicidad no llamara a su puerta y la suerte le sea esquiva. Le dice a la luna, abrazada a sus rodillas y metiendo los pies dentro del camisón para que no se le enfríen los dedos, si habrá para ella un lugar en el mundo en el que pueda encajar mientras el llanto fluye, como todas las noches, inconsolable y reparador, mojando sus manos que otrora fueran suaves, y de las que sólo queda la belleza de sus estilizados dedos que el tiempo no ha podido arrebatarle. Mira hacia adentro, hacia su edad, hacia los años de universidad y clases de saxo, a su infancia feliz y despreocupada, protegida por sus padres que tan pronto se fueron, a sus amigas que intentan en vano hacerla sonreir, hacia su embarazo y su parto, hacia su soledad y su abandono, mientras el cristal de la ventana refleja la profundidad de sus ojos negros...se seca las lágrimas, se mete en la cama y, tras darle un beso a la niña que duerme tranquila, se abandona al sueño que tanto necesita. 

Mañana será otro día, piensa, lo que haya de venir, la luna lo sabrá...

fuente fotografía: www.blog--chicas.blogspot.com

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