Sagrado Protector de mi Granada...

Cuando la eterna espera expira, y sabemos que las horas se preparan en las estanterías del alma para que vayamos cogiéndolas a nuestro antojo para usarlas con nuestros peculiares modos y maneras; cuando ya sabemos lo que vamos a estrenar dentro de poquísimos días y nuestro corazón empieza e ensayar el ritmo que deberá adoptar en esas jornadas especiales; cuando los aromas de las calles, los cielos deseados, los tactos repetidos nos vuelvan a advertir de las fechas en las que estamos, antes de que los goznes de las puertas de las sedes chirríen para dejar pasar hábitos, yo habré de pararme un rato ante la verdad que muestra tu costado. 

Hoy mejor que mañana, habré de detenerme ante la llamada, la voz muda, que sale del interior del templo, de la oscuridad disimulada en la que se expone tu cuerpo inerte para orgullo y disfrute de tu ciudad, y aceptaré la reflexión a la que me invita el gesto desgarrado de tus manos asiéndose a los clavos, la no mirada de tus ojos cuando éstos se vuelven por mor de los estertores por los que se te escapa la vida, y habré de mirarte de reojo para que la dureza de tu realidad no me golpee y me aturda el entendimiento. Este año pasaré por la puerta, de nuevo, para detenerme y dedicarte la oración que guardo para Ti, y para tu Madre, siempre que las vísperas se agotan y ya llegan los días que tanto he estado esperando. No te hablaré de mi fortuna, de lo que siento y lo que sentiré cuando el capillo roce por vez primera la cara que tantas veces se sujetó el costal, pero sí te voy a rezar igual, porque los míos esperan que lo haga, para que Tú los cuides otro año más, justo hasta el momento en que renueve mi "contrato", otro Jueves de Dolores a tus pies, Sagrado Protector de mi Granada...


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