Cuando se cierren las puertas...
Cuando se cierran las puertas y el trabajo casi roza su final, es cuando mejor se aprecian los detalles. Cuando la luz tenue de la iglesia se filtra por los respiraderos que exhalan alientos cansados por el esfuerzo del encierro, es cuando más se siente uno costalero. Cuando su cara queda sólo iluminada por el ascua moribunda de la candelería y el río de su llanto llega a su desembocadura, es cuando más me enamoro yo de Ella...cuando el capataz dedica la "levantá" a la hermandad que la espera, es cuando más cerca me siento de todos los que componemos la nómina de los escolapios. Cuando su manto me habla de finales de Semana Santa, es cuando más me acuerdo de los que ya no están, y cuando cierro los ojos y lloro escuchando su marcha en el interior del templo, es cuando entiendo que la tensión del trabajo ha dejado lugar al disfrute por definición. Es en esos momentos, en los que a mi alrededor veo a bellísimas mujeres vestidas de mantilla llenando sus ojos con las lágrimas de la emoción desbordada, sin medida, de tanto contenerse, cuando escucho que hay familias que vienen a verla desde Roma, cada año, a partir de aquel Junio del dos mil, es cuando siento la magia de esta Madre y cuando más orgulloso me siento de ser de Ella. Que no os quepa duda alguna, no somos privilegiados por estar cerca de Ella, sino por ser de Ella, y el que no entienda todavía por qué Mayor Dolor engancha como engancha, sólo tiene que ir el año que viene y dejarse llevar por las emociones cuando se cierren las puertas...
P.d: perdón por la calidad de la foto (cosas del móvil)
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