También duermen...

Al final del día, cualquier momento es bueno para desfilar hacia la cama, con sus cachivaches colgados de la mano, sus peluches arrastrando por el suelo, o con el libro que le vamos a leer seleccionado de la estantería y que suele coincidir con el más largo de todos los que tienen.

Hay que ir a dormir, pero no quieren...da igual el día que lleven a sus espaldas, si pesado o relajado, con muchas cosas hechas, o ninguna, si en casa tranquilas o saltando por los parques de nuestras ciudades; da igual, ellas nunca quieren, no tienen sueño, aunque se lo quiten de cualquier manera y el llanto incontrolado por casi cualquier cosa sea el que marque el nivel del mismo que tengan; a saber, cuánto más apenado, más profundo y más potente sea el berrido, mayor será la necesidad de entregarse en los brazos de Morfeo...pero ellas, empero, seguirán rabiando, pataleando, chillando como si no hubiera un mañana, de tal manera que los vecinos sabrán la hora que es por el nivel de decibelios que alcance el lamento desconsolado de nuestras hijas, y nuestra paciencia hará de nuevo ejercicio de resistencia por no darle dos voces y acostarlas calientes, como decían nuestros mayores.

 Al final del día, después de una pelea por la ducha, la cena y, finalmente, por irse a la cama, caerán rendidas, envueltas en sus pijamas de "pelillo", arrebujadas en su colcha y sus sábanas calentitas (como los abrazos que le gustan a Olaf), durmiendo plácidamente con la tranquilidad de saberse protegidas. Es en ese momento cuando a nosotros se nos desmantela todo, se olvidan las voces previas, el casi enfado con ella, la lucha por meterla en la cama y, mirándola fijamente mientras descansa, al fin, fijamos la vista en los ojos de nuestra pareja y constatamos el hecho de que, efectivamente, las princesas también duermen...


P.D: A mi sobrina María, una de las princesas de mi vida...

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