Tras de Ti...

Tras de Ti, tambores artilleros que retumban muy dentro de aquellos que asocian esa vinculación a uniformes que algún día colgaron de los armarios de sus casas. Una muchedumbre ansiosa de Misericordia, necesitada de Misericordia, ausente de Misericordia...muchos ojos que descubren cosas nuevas en tu solemne figura, cuando el manto de la oscuridad desaparece y la luz del sol te hace más dramático, más real, más accesible, y la lección de tu figura nos golpea profundo, ahí donde la vergüenza asoma por los actos que llevamos a cuestas. Tras de Ti, mucha gente, muchos cofrades, muchas familias, muchas medallas, mucha Granada, que en Ti tiene al Silencio que asoma entre las voces discordantes de los que quieren atacar nuestra Fe, de los que buscan y no encuentran, cuando sólo tienen que acudir muy cerca, apenas unos metros cuesta de san Gregorio arriba, para encontrarse con la realidad del amor inmedible, de la bondad extraordinaria, de la belleza de tu muerte suspendida. 

La taracea, ése arte granadino, como cada una de las vetas de la madera que se esconde tras la policromía, hace al habitante de esta tierra, al cofrade de esta tierra, pensar en Jueves Santo, en Misericordia, en relente de madrugada parapetado tras un puente sobre el Darro, en Albaycín, y en generaciones y generaciones de hombres que han guardado y mantenido celosamente hasta nuestros días la devoción a tu imagen centenaria. Qué fácil resulta atacar al humilde, al que perdona, al derrotado...qué impotentes sus armas contra la fuerza de tu rostro, cánon del sufrimiento, que nos hace sentirnos mayoría ante tanto ataque injustificado...Tú, ésa es la verdad de todo esto, representas al Amor infinito, y ése, por más que quieran, lleva dos mil quince años perdonando, recibiendo nuevos cristianos en la pila bautismal, emocionando a tantas almas cada rezo del ángelus en san Pedro del Vaticano y, en Granada, Cristo del Silencio, sigue intacta, a pesar de los pesares, y se pone de manifiesto cuando, cada Miércoles Santo, la ciudad de siempre se echa a la calle y pide, eh ahí el legado de tu mandato, por todos los detractores de lo que representas, esquivando adoquines con sus zapatos de domingo, caminando en Silencio, de la montaña al río, tras de Ti...  


Ante las atrocidades del mundo, la Misericordia de tu nombre...

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