Tú vas arriba...
Hoy comienza todo...y eso que sólo es un viernes frío de Febrero en que iremos aletargados por la baja temperatura con las coplas de algún genio de la comparsa aún en la boca, escupiendo versos y con la carne de gallina. Un viernes tan sólo, no te olvides, pero uno en que limpiamos con esmero esas viejas zapatillas que sólo sirven para esto, y que posiblemente sepan tantas cosas como las que sabe su portador, o quizá más. Un viernes, sí, fin de semana; mientras unos lo comienzan con sus parejas en algún restaurante, o llenando sus oídos de música y sus labios de alcohol, otros cogeremos el coche, dejaremos a nuestras familias, a nuestros hijos (los que todavía no podemos llevarlos con nosotros) para acudir a una cita que no parece importante, pero qué equivocados están los que así piensan...
Esta noche, mientras que deambulamos por el inhóspito lugar que es siempre un polígono industrial, iluminado por tristes farolas de tenue luz amarillenta, cuando el relente de la noche se meta por los costeros, nosotros sentiremos calor imaginando que unos faldones esconden nuestro trabajo. Pensaremos, con nuestra mente de primavera, que la luz entra por los respiraderos, que el incienso lo envuelve todo, y que una camisa con un escudo y un nombre sustituye a las camisetas térmicas, a los forros polares, y que las manos no duelen, por frías, al agarrar el palo firmemente. Esta noche nuestros pensamientos volarán lejos, más allá de un local y de una noche gélida, para quedarse con esos que nos despiden en la puerta cada viernes de Cuaresma por la noche; hoy, también, empezará a redactarse la hoja de peticiones que cada uno tiene, y ordenaremos los motivos que nos llevan a hacer lo que hacemos porque, aunque Tú quedas lejos, allí en tu casa junto al Darro, estás muy cerca de nosotros, no en vano nos reunimos en tu nombre, y cada uno lleva consigo un surtido de "cosillas" que necesita pedirte, quiere pedirte, y tiene que pedirte. Por eso, Madre mía de la Esperanza (qué bonito nombre tienes, Hija...) esta noche, cuando empiece todo, y nuestro capataz se ajuste las gafas antes de llamar al paso en su ritual de todos los años, cuando notemos la noche granadina en nuestros pies, en nuestras manos, y en nuestros huesos...ya se habrá desatado el nudo que deshará la madeja de la Cuaresma, ya no podrá pararse la máquina y, aunque muchos piensen que no tiene sentido ir a cargar cemento una fría noche de Febrero, para nosotros, ésos a los que nos dejas ser tus costaleros, todo volverá a tener sentido porque, desde ya, Tú vas arriba...
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