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Están ahí, pero no los percibimos. Escapan a nuestra vista, ya que estamos en otras cosas cuando salimos a la calle en Semana Santa. No están ahí por casualidad, que en lo cofrade nada se deja al azar y todo tiene una razón y una lógica aplastante. Puede que por eso ganen en importancia cuando nos damos cuenta de ellos o alguien nos ilustra al pasar la cofradía. No serán adivinados por el público de "panem et circenses" que se asoma a nuestra semana mayor rápida y fugazmente, llevándose éste una idea más que equivocada de lo que está viendo y que luego contará, a su manera, a todos sus conocidos..."yo estuve allí, y no te puedes imaginar lo bonito de...", y sí se lo imaginará, pero no tendrá nada que ver con lo que era.
Pocos verán que esa hermandad lleva la túnica recogida, sujetada por el esparto, y menos aún que el color de la misma no importa cuando el nazareno se presenta, así, en la calle, para dejar silente testimonio de su fe; pocos verán los ángeles sentados en una peana, o las azucenas en jarritas violeteras dentro de hornacinas de ése respiradero. Pocos notarán quién lleva cuatro clavos y que no todas las Vírgenes se llaman Dolores. El paño de pureza puede ser de talla o de tela, pero ¿qué es un paño de pureza?; ¿qué es una marcha sobria? ¿en qué respiradero estaba el Cristo del Silencio y por qué? ¿quién lleva un Ángel Custodio en el entrecalle? ¿quién a la Virgen del Rocío? ¿pero qué es un entrecalle?...¿qué dices, que es una copia?. Pasará desapercibida la manera de presentar una candelería, la rectitud de unas caídas o la filigrana de un manto, porque no todo es para todos los públicos, y no se aprecia todo igual aunque estemos en el mismo sitio. Si no, todo el mundo sabría que hay Vírgenes que van bajo palio, sí, pero no lloran, y que unas tenazas pueden ser de lo más dulce de un canasto. La belleza casi humana de alguna Magdalena sobre un misterio, o la reminiscencia macarena en algún entrecejo. Un saco de monedas, unos dados, la ausencia de maniguetas, algún clavo en el que el martillo ha dejado un corazón, o rosarios que golpean algún varal, puede que nunca sean vistos, pero pienso que ahí está el encanto de este "minimundo" nuestro de la Semana Santa; precisamente, en que cuando el palio se haya ido, aplaudido hasta la extenuación aunque no lleve música, alguien le dirá a alguien si se ha fijado en tal cosa y, alguno de ellos, mirará asombrado al otro y le preguntará...¿sí?...pues eso, detalles...
Pregón puro amigo, prosa cofrade en toda su esencia. Gran escrito. @Pepe_Lasala
ResponderEliminarMuchas gracias Pepe, un abrazo
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