A Sevilla...



No se puede añorar lo que nunca se tuvo, si acaso se puede desear, y mucho; tanto se puede desear que a veces nos sorprenderemos con el escozor en la herida, porque duele, sobre todo cuando los deseos son imposibles e inalcanzables. 


Yo nunca lo tuve, al menos no en los días que pintan de rojo el calendario del cofrade, y me he tenido que "conformar" con ser espectador en lugar de protagonista, incluso sabiendo lo que puedo aportar y cómo las gasto debajo de los pasos, incluso a pesar de contar con innumerables amigos que, en un momento determinado y con una sonrisa en la boca, me han brindado su mano para acudir junto a ellos a las innumerables "igualás" en las que participan, pero no es fácil. Ahora no lo es, bien por mi "maravilloso" horario comercial, bien porque mi situación familiar me hace priorizar los besos y las sonrisas a los kilómetros y las arpilleras. Ahora no es fácil, en su momento, hace años, no es que lo fuera más, pero se pudieron haber hecho las cosas de otra manera y haberme acercado a ella en lugar de alejarme tanto...hoy sólo me queda mirar por el espejo de lo que pudo haber sido y no fué, que tampoco es mala marca.


Ahora veo como amigos de Granada participan activamente del cielo sevillano en sus días grandes, les escucho contar sus experiencias, las mismas que yo viví en las vísperas, hace años, pero de forma diferente. El otro día leía a un amigo decir que "añoraba a Sevilla". Yo también. Añoro no vivir más cerca y poder disfrutar más de mis amigos, añoro sus colores para mi objetivo, sus experiencias para mi aprendizaje, su temperatura para mi recreo. Añoro sus calles pequeñas por las que se cuelan los suspiros, sus estrecheces cuando un misterio avanza, sus tufaradas de incienso ante el llanto de María, su aroma, su acento, su hospitalidad. Añoro la mirada de la que vive en san Gil para mis penas y mis "bajoncillos", las risas, las anécdotas y los ojos azules de mi Carmen; añoro la guitarra de Carlos, las ocurrencias de Raúl, y los siempre bienvenidos chascarrillos de Pulido; Añoro el acento palentino de Tusa, y el puramente sevillano de Ana, y a Jimena, y a Anita...añoro la bonhomía de Delfín y el cante de Desi, el no haber pisado nunca la Plaza de España por las obras, y la salida impetuosa del barco de san Martín. Las vivencias costaleras de Jorge y esa bendita Estrella que siempre pulula a su vera. Añoro la callejuela donde ví llorar por vez primera a la Soledad de san Lorenzo y añoro el Pizjuán engalanado para una tarde de gloria futbolística. Añoro Casa Gandiaga y hacerme la ropa por san Isidro Labrador...

Pero no se puede añorar lo que nunca se tuvo, y eso me duele, tanto, que cuando las cornetas, esos pájaros dorados, alzan sus "trinos" al aire de Sevilla, cada chicotá es un puñalito que se mete dentro...un año más llega su tiempo mejor, un año más se vestirá de mantilla para pasear su belleza por Semana Santa, un año más...que yo seguiré añorando a Sevilla...    


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