24...el silencio
El silencio siempre está presente en nuestras vidas; lo precisamos al dormir a nuestros hijos cuando, cansados del día, necesitan dormir para recuperarse del ajetreo constante de su infancia, y lo precisamos también cuando queremos descansar un poco, ya sea durmiendo también, o sentado en el sillón de casa sosteniendo entre las manos el libro que nunca continuamos.
En nuestra Semana Santa, en nuestras hermandades, el silencio está muy presente también. Lo está en los últimos "gubiazos" del escultor que preceden a la inminencia de una cara ante la que rezarán tantos cofrades, y lo está ante el primor con el que el orfebre remata la corona que será puesta sobre las sienes de una Virgen, a lo mejor, el día de su coronación canónica. El silencio está en la primera oración ante una parihuela de ensayos, no sólo en el rezo recogido de la catedral, cuando cobra sentido el salir a la calle, y lo está en el cariño con el que una madre coloca sobre su hijo pequeño la túnica de su hermandad.
El silencio no sólo es potestad de las hermandades de negro, sino que también lo ejercen con maestría algunas que van de blanco, o de morado, y lo hacen extensivo a la gente que se agolpa en las aceras para que sólo se oigan los suspiros. El silencio se hace cuando una cuadrilla echa rodilla a tierra para culminar el gozo de poner a su Virgen en la plaza, y lo está en cada una de las lágrimas que se derraman al paso de una hermandad. Hay silencio cuando entregas una estampa o recibes un caramelo, y lo hay cuando un capataz mira a su titular minutos antes de llamar al paso para hacer estación de penitencia. Lo hay en el abrazo entre dos hermanos al desearse mutuamente que la misma sea fructífera, y cuando resuena el ¡a ésta es!...el silencio aparece cuando un vestidor selecciona los encajes del rostrillo, y cuando un hermano limpia con un pañuelo el pie del Señor tras ser besado. Hay silencio en nuestras madres cuando nos dejan marchar para llevar a Cristo o a María, lo hay en nuestras esposas al despedirse en el relevo, y en nuestros hijos cuando los dejamos en la fila para ocupar nuestro lugar. La Semana Santa está llena de silencios, sólo hay que escoger uno, y hacerlo nuestro...
Fuente fotografía: San Agustín
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