destino...
Nunca sabes cuando te vas a encontrar con aquello que es para ti, y eso que siempre escuché de mi abuela lo de "en el Cielo está escrito: fulanita con fulanito" aunque no le echara demasiadas cuentas. El caso es que no soy yo persona de ir buscando mi destino, pero siempre llevas dentro una duda acerca de lo que te espera en esta vida que va pasando inexorablemente y que, en ocasiones, no sabes si estás aprovechando bien del todo. Inmerso como estoy en mi rutinaria labor de "vendegafas" no me da tiempo a disfrutar todo lo que debiera del regalo que me ha dado la vida en forma de mujer e hija y que tantas cosas buenas me está trayendo, así que no sé si esperar algo más de esta vida por si se "enfada" El de arriba, que también he escuchado más de una vez lo de "no enojes a Dios" cuando te quejas de algo sin tener motivo, o pensar que no puede venir nada mejor que lo tengo ahora mismo y que me sonríe cada mañana al despertarse.
Quizá lo más bonito del destino, lo más romántico también, es precisamente el desconocimiento total que, de él, tenemos, así como la incertidumbre hacia todo lo que lo envuelve, dotándolo precisamente de ese halo de misticismo, con el que lo definimos. Como no sabemos qué vendrá, cualquier cosa que recibamos, mala o buena, puede ser cosa del destino, si bien algunas serán por mor del merecimiento y otras de la casualidad, aunque está bien eso de esperar por esperar y recibir lo que te venga sin más dilación y porque sí.
Muchas veces me sorprenden las cosas sin esperarlo, y me hacen recapacitar y darme cuenta de que lo único que importa es el presente, vivirlo y disfrutarlo al máximo que, por lejano y nuboso, el destino carece de importancia; a lo largo de mi vida he podido comprobar, no obstante, en mis carnes que sí existe el destino (o por lo menos yo así lo creo, no hace falta comenzar un debate sobre esto), pues cosas que me han pasado sólo pueden explicarse de este modo, por lo que no distraigo mi mente en exceso con estas cosas, aunque tampoco la castigo con el devenir y el porvenir. Además, cuando menos te lo esperas, por cosas fugaces casi siempre, pactadas o casuales, te encuentras dando un paseo con los amigos, pendiente de que tu hija no se caiga al suelo por correr demasiado y haciéndole fotos a tu esposa, cuando aciertas a detener la mirada en el banco en el que estás sentado, de no sé qué plaza sevillana, y te asalta, sin quererlo, tu destino...
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