La Pasión...
que la que uno dentro lleva.
Nos parece que es tan grande,
que no ahoga pero aprieta
robándonos el aliento,
mermándonos nuestra fuerza.
A veces, nuestra pasión,
nos envuelve y atormenta;
nos hace buscar, al lejos,
lo que tenemos tan cerca;
y nos hunde, en nuestro egos,
con todas nuestras miserias.
A veces, si retiramos,
de los ojos, la antojera;
nos paramos a pensar
en lo “grave” del problema
y entendemos que, al final,
esa pasión, por ser nuestra,
es tan mísera, tan pobre,
tan ínfima, tan pequeña…
quizás podamos sentir
corriendo por nuestras venas
la sangre que quiso Dios
que nuestras almas tuvieran.
Así veríamos más claro,
que la pasión verdadera
es la que trae Jesús
una tarde Albaycinera
cuando baja hasta Granada
delante de Nuestra Estrella.
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