LIII...(escolapia)


A todo el que le guste la poesía, le gusta Bécquer. Porque Bécquer fue el eterno enamorado que alumbró esto que llamamos romanticismo, y al que se acogen todos los aprendices de poetas, y los poetas consagrados, cuando quieren hablar de amor. Yo me incluyo entre los primeros, que no soy de ésos que conmueven con el verso pero, como los poetas de verdad, yo bebí en las fuentes de Bécquer casi desde el primer momento en que descubrí esto de la literatura, allá por un E.G.B que pasó a la historia de las siglas olvidadas. 


Yo, desde mi humilde pedestal, quiero homenajear (aunque no le haga falta) a ese sevillano del barrio de san Lorenzo que me enseñó, a través del olor de sus obras completas en la edición Aguilar,  que la poesía es la herramienta de la paz. Por ello, he escogido la rima LIII para hablarle a ese amor que nunca cesa, al que nunca nos cuestiona, y al que siempre nos espera... 

Ahí va mi ínfimo homenaje a don Gustavo Adolfo...

Volverás a salir en Viernes Santo,
en tu palio, de nuevo, a pasear,
y, otra vez, bambalinas y varales
los balcones rozarán.

Pero aquellos que se fueron en  el tiempo
cuando tu cuadrilla recién echaba a andar;
aquellos Viernes de nombres no olvidados,
ésos,…no volverán.

Volverá, lo sabes, san Matías
de nuevo, tus costales, a tentar,
sonarán de nuevo nuevas marchas
para alentar eternas “revirás”.

Pero ese palio pequeño, que se fuera,
y esa Virgen de capilla colegial,
capataces inexpertos y noveles,
ésos…no volverán.

Mas, por suerte, tienen alma tus entrañas,
que la Cuaresma vuelve a reinventar;
otra vez, a oscuras, tus calderas
ansiosos buscarán…

Y al llegar la vuelta, por el puente,
A su gente, les dirá tu capataz:

“como Tú nos quieres, madre Mía”,
así…no nos querrán”.




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