Vuelo libre...
Sin condiciones, sin ataduras, al menos perceptibles a nuestro ojo, que intenta dibujar su estela cuando recorren fugazmente el cielo que hay sobre nuestras cabezas. No son los mismos, o quizás sí, que nosotros no podemos, normalmente, discernir si tales o cuales especímenes, plumas, alas, pico, son los que pían por las mañanas despertándonos, o forman una algarabía incensante con su "griterío" antes de descansar en cualquier rama.
A mí, a veces, me gustaría volar sin rumbo durante el día, no tener nada que me diga dónde debo ir, dónde comer, aunque, eso sí, necesite volver de noche al mismo nido para esperar al día siguiente. Ellos son así, aún con sus cosas, animales de vuelo arbitrario desde que su madre les invitara a salir del nido, muy jóvenes, aun a riesgo de acabar despanzurrados sobre las losetas del barrio para horror de la chiquillería, en su duro aprendizaje de cara o cruz, de todo o nada.
Al menos, una vez cada noche, siempre a la misma hora y más o menos en el mismo lugar de la improvisada "rama", tengo la certeza de que los mismos pájaros acuden a la cita del "ojopatio", vigilados por la vecina que teme les ensucien las sábanas, a descansar las alas después de una dura jornada. Mañana volverán a los cielos, a ser seguidos por los dedos de nuestros niños, volando, veloces, en su ejercicio ancestral de vuelo libre...
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